Nunca hubiera imaginado llevar su melena rizada como la luce ahora. Siempre usaba blower. “Cuando empecé en el campo laboral, me hice un relajante y eso fue fatal. Luego vinieron todas estas tendencias, probé con la queratina, el botox capilar”.
Arelis Tejedor recurrió a estos tratamientos por esa creencia de que si una mujer lleva la melena lacia, lucía más profesional. La hebra de su cabello es delgada y la queratina había hecho que se debilitara más.
Dos años antes de la pandemia, en su último tratamiento con el botox capilar, la chica que le aplicó la plancha la dejó más tiempo de lo adecuado y le partió por la mitad el cabello en la parte de atrás. Arelis quedó en shock. “Se me empezó a caer mucho el cabello, se me quebraba. Me dije: ‘nunca más hago esto’. Invertí en tratamientos no solo para el crecimiento sino también para el tema capilar”.
Se mantenía su cabellera con blower y hasta con tubi tubi. Arelis hace ejercicio y cuando sudaba, la raíz se le ondulaba; el resto del cabello estaba lacio. “Era esclava del blower en la mañana para estirarme solamente la raíz”.
Con la pandemia, tomó la decisión de dejar crecer sus rizos naturales. “Vamos a ver qué pasa, vamos a dejarlo crecer. Ese es mi cabello, así nací”, se dijo así misma. Empezó a investigar sobre el tema de la transición de lacio a rizado.
Finalizando 2020 recurrió a la estilista Miriam Monroy, de Status Curls Club, quien tiene experiencia tratando afro y rizado. Aunque Arelis no quería cortarse su cabellera larga, requería hacerlo para eliminar la parte que aún estaba lacia. “Hasta que no salgas de eso, no vas a ver tus rizos, no vas a ver tu melena como las quieres ver”, recuerda que le dijo su estilista.
Arelis Tejedor: ‘Ese es mi cabello, así nací’
Arelis cumplirá en junio 12 años como gerente de mercadeo de Óptica Sosa y Arango. Cuando regresó a la oficina, después de pandemia, nadie le comentó sobre su cabello, pero sí lo hicieron cuando se lo cortó. En la oficina o en sucursales que ocasionalmente le tocaba visitar le preguntaban: “Yo no sabía que usted era rizada, ¿desde cuándo?, ¿por qué tomó esa decisión?, ¿se va a quedar así?, ¿algún día va a regresar al blower?”. También le hacían comentarios como “no me gusta rizado, me gustaba como era antes [lacio]”.
En su momento no sintió que esos comentarios fueran discriminatorios, pero sí lo sintió en la forma y el tono con el que se lo decían. “Más allá del asombro, era como: ‘¿no vas a volver?’”, evoca Arelis. Ella, sin embargo, era enfática en sus respuestas. “Dejé claro que me sentía cómoda. Dependiendo del grado de confianza, mi respuesta era ‘¿y por qué?’, a mí me gusta y yo me siento bien”.
“Si yo nací con ciertas características, y la sociedad en algún momento me llevó a cambiar eso… pero es que esas son mis raíces, es casi como si negaras tu apellido, la familia de dónde vienes, el país dónde naciste. Por eso dejaba claro que a mí me gustaba, que me sentía bien y era lo único que debía importar”.
Recalca que más han sido los halagos y comentarios positivos. Tanto en el trabajo como en su círculo cercano le han dicho: “Me encanta como te queda, te ves diferente”. El común denominador ha sido “te ves más joven”.
“Me han dicho te ves relajada, te ves más jovial, se nota que lo disfrutas”.
Con sus rizos al natural siente más libertad. “No dependo del blower o de tratamiento, soy yo al natural, y para los que piensan que llevar el cabello rizado es salir del baño y estar peinada, es totalmente falso; para que luzcan brillantes, como tú los quieres, necesitas más pasos que los de la persona que se hace el blower un lunes. En mi caso, sí lleva más trabajo, pero vale la pena porque al final estoy como quiero, me siento tranquila”.