Me asombra la poca cultura que hay en Panamá sobre trastornos alimenticios. En ocasiones llegan personas a mi consulta diciéndome “he escuchado que usted es psicóloga de comida, así que me gustaría que me diga qué puedo comer”. Cuando eso sucede se me eriza la piel, porque no entiendo cómo es posible que de este tema tan importante las personas sepan tan poco.
Lo cierto es que vivimos en una sociedad que objetiva el cuerpo, que le hace pensar a las personas que lo principal es cómo se ven, y que su éxito en esta vida depende de ello.
Un problema de conducta alterada
Si usted está leyendo esto y no tiene ni idea de qué son los trastornos alimenticios, me tomaré un tiempo para explicarlos. Los trastornos alimenticios más comunes son anorexia restrictiva, anorexia purgativa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón. Estos se caracterizan por una conducta alterada ante la ingesta alimentaria. Las personas que los padecen tienen pensamientos distorsionados sobre la dieta y el cuerpo. Es decir, algunos ven su cuerpo más grande de lo que es, otros piensan que no deben comer nada para perder peso, algunos tienen un miedo intenso a subir de peso, o hay quienes piensan que si comen de más tienen que purgarse, ya sea vomitando, tomando laxantes o diuréticos, o hacer ejercicio excesivo para poder compensar la ingesta. Otros son víctimas de un ciclo de excesivo control y descontrol. Es decir, controlan muchísimo las cantidades de comida para luego perder el control en un atracón (ingesta excesiva de comida en un corto período de tiempo, hasta sentirse incómodamente llenos) o en un picoteo constante y descontrolado.
Hay múltiples conductas y pensamientos alterados, pero la sobrevaloración que se le da a la figura es la pieza clave en el mantenimiento del problema. Cuando digo que se le da un valor desproporcionado a la figura es importante que tomen esto en cuenta.
Las personas piensan que padecer un trastorno alimenticio es un capricho porque simplemente quieren ser delgadas, y como no pueden o no se ven así, se comportan de esta manera. Permítanme explicarles, que esto va mucho más allá de querer ser delgado.
Lucha por control
Hay que observar el trastorno alimenticio como la punta del iceberg. Abajo hay muchísimos aspectos que no se ven, que son los causantes del problema. Cada persona es un mundo y en cada quien varía lo que lo ha causado. Estos trastornos se convierten en vivencias de alivio para enfrentar problemas de la vida cotidiana. Hay quienes pueden sentir que, como no les sale nada bien en otros aspectos o como no controlan muchas áreas problemáticas de sus vidas, al concentrarse en el peso y el cuerpo pueden sentirse en control y de repente exitosos.
La imagen que tenemos de nosotros mismos se compone del concepto que tenemos de nuestras aptitudes, nuestra personalidad y nuestro físico. Las personas que padecen un trastorno alimenticio le dan 95% – 100% de importancia al físico y le restan importancia a la personalidad y a las aptitudes. Generalmente, son personas que se valoran muy poco y no son capaces de identificarse con aspectos positivos. Por ende, se concentran en la imagen física, ya que esta es algo tangible, que se puede ver y en lo que pueden concentrarse en cambiar. Pero en esencia, estas personas se quieren cambiar a sí mismas, rechazan quienes son y por ello se obsesionan con la imagen.
Es cierto que la sociedad influye directamente en esta problemática, pues contribuye al pensamiento de que uno no vale nada como persona y lo que vale de cada quien es su figura. Así, las personas hacen una asociación cultural entre el ideal de delgadez y la imagen de éxito. “No valgo nada si no soy delgado”, “tengo que ser delgado para ser exitoso”, y es en ese momento que se empiezan a focalizar todos los pensamientos en el cuerpo. Si la persona baja de peso, es común que se refuerce socialmente. Ahí entiende “Ah, es cierto, por mí mismo no valía como persona, pero sí valgo como persona cuando soy delgado”, y así el deseo de ser delgado se va sobreponiendo por encima de todo. Y la persona empieza a asociar que le va mejor en sus relaciones sociales, laborales y de intimidad si es delgada. Sin embargo, esto no es así.
No significa que su trabajo es mejor o que sus amigos lo quieren más, pero sí ocurre que a las personas se les pasa resaltar lo buen amigo que uno es, lo buena persona, lo gentil, amable, trabajador, etc., pero jamás se les pasa destacar lo delgado que uno está. Es en este momento cuando la persona que no se valora mucho descubre que los demás la valoran por ser delgada y ahí empieza a vivir para agradar a los demás y se instaura el pensamiento “tengo que ser delgado porque esto es lo que me da seguridad de que los demás me miren, esto es lo que hace que me reconozcan, esto es lo que me hace una persona exitosa”.
Lo peligroso es que uno va restando importancia a todas sus capacidades, atributos y destrezas en todas las áreas de su vida, y cuando no está exactamente en el peso que dicta la sociedad, se siente desnudo, como si no tuviese nada, ya que uno terminó convirtiéndose en un ser para los demás. Y en esta lucha por alcanzar este ideal de delgadez se causa mucha frustración, resentimiento y sacrificio innecesario, porque las otras áreas de la vida han quedado anuladas, han perdido valor; la persona condiciona todo al momento en que esté delgada. “Haré tal presentación, me sentiré mejor en el trabajo o iré al gimnasio cuando esté más delgada”, por ejemplo. Claro está que esto no es así en todas las personas. Sin embargo, afecta a aquellas vulnerables, a quienes se dejan influenciar por los demás, a quienes están en busca de una identidad, que tienen baja autoestima, que les gusta tener control de todo.
Terapia a tiempo
Los trastornos alimenticios no son una problemática ligera. Vomitar no debería ser visto como algo casual. Me impresiona cómo las personas no lo toman muy en serio y prefieren invertir dinero en otras cosas en vez de en un tratamiento. Se debe pedir ayuda antes de que el trastorno alimenticio se haya instaurado en todas las áreas de la vida de la persona. Lastimosamente, en Panamá, por ahora, no hay ningún centro para el tratamiento de esto, aunque probablemente en un futuro cercano sí exista. Estos trastornos se deben tratar con terapias de grupo, terapias familiares y terapias individuales. Actualmente, he notado en mi consulta y en las de otros colegas que las personas solo están dispuestas a hacer la terapia individual, lo cual es una pena porque el proceso de mejoría es mucho más lento.
En fin, la prevalencia de estos trastornos aumenta cada vez más y se relaciona con una sociedad que está obsesionada con el culto al cuerpo. No hay cifras en Panamá porque es un tema muy tabú. En países desarrollados hay mucha educación al respecto. Es importante aprender de ellos, ya que vivimos en una sociedad centrada en la comida como fuente de alivio de malestares emocionales, y con el cuerpo como fuente de identidad; es un tema que nos concierne a todos. Estamos rodeados de anuncios de comida y de la importancia de alcanzar un ideal estético perfecto y los niños están cada vez más expuestos a esta información. Por lo tanto, es necesario aprender a prevenirlos e identificarlos, no solo por diagnosticar, sino para poder ayudar a las personas en esa línea de tratamiento.