A ver, uno compra una Tablet y trae su manual —solo para mayores de cincuenta años, claro, pues para el resto de la población su uso es “intuitivo”—, compra una lavadora y también trae su manual. Y hay que leerlo pues tienen más botones que los cohetes de la NASA.

Lo mismo ocurre con los automóviles, en cuyo caso hay que dedicarle meses al mentado libro pues es más gordo que un ejemplar de la Enciclopedia Brittanica. Y, por supuesto, no es ningún secreto que cada marca de auto tiene su propio idioma. Volskwagen no habla BMW y BMW no habla Volvo y ninguno de los tres habla Honda ni Toyota ni Chevrolet. Y vaya usted a saber qué hablarán todos los autos chinos que están llegando a borbotones. Chino claro y ´pelao´, supongo.

Entonces, yo me pongo a pensar… si todos estos artefactos tienen un manual, sea para ayudarnos a entender su funcionamiento o para enredarnos mucho, pero manual, al fin y al cabo ¿dónde están los manuales de los chiquillos que a diario llegan a poblar el mundo? Que son muchos. No tantos como antes, porque los fabricantes de muchachos han pedido trabajar menos horas y jubilarse anticipadamente. ¡Ojo! que jubilación anticipada en este caso no necesariamente significa a una menor edad. Hay tener en cuenta que las fábricas empiezan a trabajar más tarde, o sea que básicamente trabajan menos años. Muchos menos.

En los tiempos de las abuelas y bisabuelas, la fábrica se inauguraba en muchos casos desde los quince o dieciséis años y operaba hasta… quien sabe hasta cuando… hasta que tuvieran disponibles materia prima y herramientas. Ahora, en muchos casos, abren cuando las abuelas ya estaban por cerrar y uno o dos años después cuelgan el letrero de “cerrado”.

Quiero aclarar no que estoy criticando ni una ni otra metodología, sencillamente estoy planteando los hechos, e independientemente, de en qué época le haya tocado a usted manejar su fábrica la pregunta del millón es ¿por qué estos niños vienen todos sin manual? Considerando lo complicado que puede ser llevarlos de la infancia a la edad adulta sería de gran ayuda que por lo menos tuviéramos una guía general. Algo sencillo que nos llevara de A hasta B sin mayores percances.

Y como las cosas evolucionan a velocidad vertiginosa, sería de mucha utilidad que hubiera una aplicación que pudiéramos descargar y que se actualizara periódicamente como la de los teléfonos móviles cada vez que surge una nueva tendencia “educativa” o de vida, o de lo que sea, porque me da la impresión de que cada cierto tiempo el mundo entero lo voltean de adentro para afuera como una media y todo lo que habíamos aprendido hasta ese momento, se lo llevó el viento.

El asunto es que cada familia necesitará tantos manuales como muchachitos tenga pues todos sabemos que es como si uno tuviera un BMW y un Toyota en casa. No se parecen en nada. Ahí les dejo esa tarea a los tecnológicos.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

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