Viajábamos por la carretera interamericana, de regreso a la capital de la ciudad, cuando nos topamos con un señor tranque. Mi hermano, el conductor, estaba usando Waze, esa herramienta de inteligencia artificial (IA), que indica el mejor camino. Su sugerencia fue desviarnos de la carretera principal. Y sí nos ahorró 20 minutos de viaje, pero para ello nos ordenó andar por unos caminos que casi no podían llamarse así, apenas cabía un carro, abundaban lo huecos y un pequeño descuido habría significado caer en un barranco.
Tal experiencia nos recordó que la IA trae alivio y ahorro a nuestras vidas, pero siempre debe usarse con sentido común. Para un conductor inexperto o de noche aquel atajo habría sido muy peligroso. Varias amigas me han dicho lo mismo, que usan Waze, pero no a ciegas.
En el último año todo el mundo habla de la inteligencia artificial generativa, la que escribe artículos, hace ilustraciones, dibujos, propuestas de venta. Esto ha generado entusiasmo y también miedo. ¿Nos va a desplazar? ¿Sabremos cómo usarla?
Por ahora la IA es una herramienta o un copiloto, como dicen algunos gurús. Nos beneficiará si aprendemos a usarla. Eso significa emplearla en materias que ya conocemos.
No podemos dejarla a cargo, ni delegarle todo. Si le pedimos que nos ayude con una traducción debemos tener el conocimiento de ese idioma. Si le solicitamos hacer una propuesta de un tema debe ser de algo que ya conocemos. El sentido común siempre será la guía.
Por ahora no he visto historias creadas desde cero con IA generativa que no estén llenas de adjetivo y clichés.
Estoy un poco decepcionada porque en mis mejores sueños la inteligencia artificial se encargaría de facilitar la vida. Para mí eso incluía quitar el polvo a los libros, limpiar la refrigeradora y exorcizar el moho de los baños.
Haría las tareas pesadas para que pudiera dedicarme a escribir y dibujar. No al revés.
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