Recientemente una cliente estaba pasando por un mal momento, de esos en que sientes que la vida te está pasando por encima y las circunstancias están fuera de tu control. Le estaba costando muchísimo tomar acción, y aunque sabía que debía cambiar su mentalidad, nada le estaba sentando peor que las personas a su alrededor le dijeran “pero ya, deja de pensar en eso”, “tienes que pensar positivo” o “cambia tu actitud”.
Al día siguiente, dentro de mi propia vida, estaba pensando en hacer ejercicios y empecé a pedir recomendaciones. Cada persona a quien me acercaba tenía un lugar o un método de preferencia.
Correr, técnicas de circuitos, combinación de artes marciales, zumba, yoga, pesas, pilates, aplicaciones para seguir en casa y hasta flamenco. Me llamó la atención cómo la diversidad es casi infinita y para todos los gustos. Pensé que una vida físicamente más saludable está de moda y es algo estupendo, porque además de tonificarnos, nos ayuda a liberar endorfinas, lo que nos hace más felices y, por ende, personas que aportamos más a los demás.
Sin embargo, mientras mis amigas señalaban las mil opciones que existen hoy, y otras mil opciones de alimentación, yo no podía más que preguntarme: ¿Estamos poniendo el mismo empeño en ir al gimnasio mental, emocional y espiritual y tonificarnos internamente como lo hacemos con nuestro cuerpo?
Y recordé a Diana, porque el mundo interno necesita entrenamiento para mantenerse en forma y estar fuerte para cuando la vida nos presente reveses, porque es ahí donde debes haber desarrollado mucha fortaleza para atravesar esas épocas sin paralizarte ni hundirte.
No recuerdo de quién es la frase de que somos seres espirituales viviendo experiencias corporales, pero es fascinante ver cómo vivimos nuestras experiencias externas basadas en nuestro estado emocional interior.
Tener la mentalidad correcta, saber volver a nuestro centro, alinearnos con quienes somos y no dejarnos llevar por las circunstancias, los demás o las tendencias que no nos representen es un músculo. Y voy a darte claves de cómo desarrollarlo.
Debes saber que también requiere entrenamiento saber mirarnos a nosotros mismos cuando estamos sintiéndonos desconectados, aislados, con rabia, tristes o angustiados, y tomar conciencia de que no somos ni las cosas son como las estamos pensando.
Nosotros somos los pensadores de nuestros pensamientos y por ende podemos cambiarlos y no dejarnos llevar en espiral por ellos.
Es igual que si intentas correr un maratón el mismo día que compraste tus primeras zapatillas: no vas a poder lograrlo si no cuentas con una constancia previa y no inculcas en tu rutina mejorar el desarrollo de tus fortalezas internas.
Como pensamos, sentimos, y como sentimos, actuamos y creamos nuestra realidad. Dos personas pueden estar viviendo la misma situación pero, dependiendo de los pensamientos que repitan en su mente, se sienten completamente diferentes y pueden vivir las circunstancias con visiones completamente opuestas.
Estoy segura de que en algún momento leíste un artículo, fuiste a una charla, o tuviste una conversación con amigas donde saliste llena de bríos, motivada hasta el tuétano y lista para comerte el mundo. Pero a los días los apuntes de la charla quedaron al fondo de la gaveta.
Esto ocurre cuando hacemos contactos esporádicos y esperamos resultados a largo plazo. Así como el que hace la dieta de la piña, se siente genial, pero a la semana siguiente vuelve a la rutina y espera que al mes se noten los resultados de aquella vez.
Cómo fortalecer tu mundo interior
Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo vamos a nuestro gimnasio interior? Alimentando nuestro espíritu adecuadamente. Incluyendo en nuestra rutina prácticas espirituales como la meditación y la oración. Prácticas que te conecten con un ser superior, con tu ser interior y fortalezcan la conexión que hay con nosotros mismos, con quienes nos cruzamos y la energía que nos rodea.
Separando espacios de silencio y encontrando nuestro centro. No podrás volver a él en momentos de crisis si no has ido las suficientes veces como para encontrar después el camino cuando esté nublado.
Estimulando nuestra mente. Leyendo escritos, libros, escuchando podcasts o audiolibros que nos abran el pensamiento, nos nutran el intelecto, nos presenten cosas nuevas, donde aprendamos algo diferente y enriquecedor, nos enseñen sobre nuestros modelos y patrones de pensamiento y nos brinden herramientas para saber manejarnos mejor. Eso incluye elegir, buscar este tipo de material que nos fortalece, por encima de horas de redes sociales o televisión que nos entretienen, pero nos adormecen.
Creando lazos emocionales. Las relaciones que valen la pena requieren esfuerzo y tiempo. Que tú también seas quien tome la iniciativa para fortalecer tu red de apoyo con personas que aportan a tu vida. Que te inspiran. Que te cuestionan de la manera correcta. No te sientas a esperar; intégrate con las personas que tienen la mentalidad adecuada y los valores que tú buscas. ¡Eso se contagia!
Tu vida es el resultado de los estándares de las cinco personas con las que pasas más tiempo. ¿Estás rodeándote de la tribu que te llevará a ser quien quieres o de gente estancada que no va a aportar en tu camino? Tu tribu te fortalece, te inspira y te sostiene. Si no tienes una así, ¡sal a buscarla!
Reflexiona. Incluye la escritura como método de reflexión. El solo hecho de escribir tus pensamientos te permite estructurarlos, creas nuevas conexiones neuronales al usar tus manos para plasmar lo que piensas, te permite tomar perspectiva y cuestionar lo que está en tu mente para elegir si te sirve o no. También te permite llevar un registro de qué pensabas y hacías cuando te sentías bien para que puedas aplicarlo cuando estés de bajón. Y cuando te sientas mal, para que puedas anticipar qué espirales de pensamiento son las que te hunden y puedas evitarlas más rápidamente.
No esperes al próximo lunes ni menos al próximo año; empieza hoy a desarrollar músculo y fortalecer tu mente, espíritu y tus emociones. Prepárate para navegar la vida y disfrutarla independientemente del clima.