Me quedé asombrada. Había llegado mi turno: sin muchos avisos me llegaba la menopausia. Respiré (acabo de volver a hacerlo). No estaba lista, y mucho menos para darme cuenta de la manera como lo hice. La ropa me lo anunció, la báscula lo corroboró.
Después de semanas de estar subiéndome a la pesa, pensando que estaba dañada, comprobé que estaba subiendo de peso casi con cada bocanada de aire. Pasé casi dos días pensando dónde había dejado mi metabolismo (ahora sé que se me quedó el año pasado en julio cuando fui a Nueva York). No entendía: mis hábitos alimenticios eran los mismos, iba al gimnasio con la misma irregularidad de siempre, pero ahora misteriosamente, lo que hiciera parecía añadir peso a mi cuerpo.
Hmmm, esto merecía una tarea investigativa. De una vez, empecé. Acudí a mis libros, a mis colegas, a mis amigas, a todo aquel que pudiera dar luces sabias a lo que experimentaba. Empecé a leer y a aprender acerca de esto que me estaba pasando.
¿Perdiendo el centro?
La menopausia es una etapa de la vida. Todo lo que leía y veía apuntaba a lo mismo: cambiábamos con la menopausia, física y emocionalmente.
Los calores me duraron casi dos años, pero la agradable tranquilidad de ya no tener más períodos que interrumpieran nada en mi vida vino acompañada de libras de más.
En la parte emocional, he de decir que no perdí mi centro y que casi he seguido siendo la persona tranquila, en paz y que trata de mirar el mundo con ojos de calma. Atesorando los ratos de felicidad interna y dejando ir, porque pienso que no hay otra forma de ver la vida. Mientras, sigo siendo una mujer fuerte, perseverante y decidida ante los retos y dificultades.
Me llega la menopausia en una etapa de mi vida en la que estoy aprendiendo y redefiniendo acerca de la alimentación. Eso es positivo.
Aprendí en mis lecturas que, para muchas mujeres, es un estado debilitante que amenaza la salud física y emocional. Muchas padecen una o varias de sus manifestaciones: calores, fatiga, pérdida de cabello, hinchazón, alergias, cambios repentinos en el estado de ánimo, problemas digestivos, migrañas, en este punto mientras escribo esto estoy pensando Dios mío, quién no se deprime así. Y la lista sigue: dolores en las articulaciones, irritabilidad, dolor en el busto.
No corresponde a esta nota entrar en los detalles médicos. Al atravesar esta fase se debe contar con un ginecólogo de cabecera.
Las dos cosas importantes a tener en cuenta durante esta nueva etapa de la vida son: el manejo del estrés y el cuidado de la alimentación.
Somos lo que comemos, ahora más que nunca.
No solo porque en mi experiencia personal estoy aprendiendo a comer mejor, sino porque un buen número de la literatura que me leí apunta a una dieta saludable para afrontar los síntomas; por ello, me tomo la libertad de compartirle lo que he aprendido. De primera mano, le diré que no podemos hacer dietas convencionales, en otra nota les hablaré de esto, que los bajones en las hormonas hacen naturalmente que nuestro cuerpo en esta etapa se vuelva casi un contenedor de grasa. En este momento, si usted está en la menopausia, su cuerpo tiene una forma diferente de procesar la insulina; por ende, almacena más. El proceso de quemar se hace más difícil.
La recomendación, de consenso casi general, para nosotras es poca azúcar refinada, nada de comida chatarra, ojo con los carbohidratos, bajo consumo de cafeína y alcohol.
Hay que incrementar la rutina de ejercicios y comer la mayor cantidad de frutas y vegetales que podamos al día. Yo agregaría consumir carnes rojas solo una vez a la semana, más pescado artesanal (de mar abierto, no de granja) y otro día aves de corral.
Mi recomendación es que investigue y concerte una cita con un nutricionista para poder trabajar sus necesidades personales.
Después de todo lo leído, debo confesar que me hace feliz no estar tan mal en esta etapa. Ahora que lo pienso, creo que llevo como dos años con estos calores y sus cositas por allí. La báscula fue la que hizo que “me cayera la teja”. Estoy bendecida. Llegué aquí, y como todo en la vida, la experiencia es para la historia.
Es hora de llevar una vida en paz.
Nada produce más estragos en el organismo que el estrés. Por buena fortuna, hoy muchos centros ofrecen clases de meditación, hay aplicaciones de celulares y sitios de internet donde aprender a estar en paz. Esto es algo que usted se da a sí, y el beneficio no se puede cuantificar.
Aprenda a tomar paseos, a hacer silencio, a tomarse serena esa taza de café, mirando un árbol. Nada es tan valioso como la paz que se es capaz de llevar por dentro. Nada es tan completo como eso.
Allí le dejo estas reflexiones. No se asuste. Estamos cambiando. Para bien. Siempre para mejor. Otro día seguimos hablando de este tema, que por ahora me intriga y apasiona.