No importa si se trata de una terapia física, psicológica, ocupacional o sensorial integrativa, para cualquier papá y mamá, y para toda la familia incluso, ser referido a una terapia o aceptar que un hijo necesita ayuda externa, implica mucho estrés emocional y físico, mucha angustia y temor.
Para el neonatólogo y pediatra Alberto Heart, es muy importante tratar de prevenir y aplacar el estrés que viven estas familias previo al comienzo de algún tratamiento y se lamenta de que esto sea algo de lo que no se hable mucho.
Según el médico, si la familia se prepara adecuadamente antes de comenzar, logrará sacarle el mejor provecho. Para ello, recomienda seis puntos importantes que considerar al ingresar a un tratamiento, ya sea por referencia médica o por opción voluntaria:
1. Educarse, informarse, aprender.
Preguntar mucho e informarse sobre cada detalle del proceso. Los padres necesitan saber todo cuanto puedan sobre la terapia en la que está participando su hijo. No es algo que se deba tomar a la ligera.
La terapia es un proceso de empoderamiento dentro de la familia que involucra a todos los integrantes, no solo a los terapistas. Y eso requiere que los padres se preparen para que puedan hacerse cargo del proceso y no solo seguir indicaciones. Ellos son tan protagonistas como el paciente, el pediatra y los terapistas.
2. Anticipación.
Para los niños, los proceso nuevos y los cambios en la rutina normalmente generan mucha dificultad y bastante estrés y esto puede llevar a que el niño no haga su mejor esfuerzo durante la terapia, si no se le ha preparado emocionalmente para este proceso. Si los padres no le han anticipado con amor y paciencia, estos cambios. Los padres son los que corregulan al niño y ayudan a conectarlo con su terapia. Así que la anticipación es el inicio de esa conexión que se necesita para llevar a cabo cualquier tipo de proceso que se vaya a hacer. ¿Cómo? Hablándole con tiempo sobre el proceso, sobre los ejercicios, sobre los especialistas que los tratarán. Sobre todo lo que van a aprender y a ganar con la terapia.
3. Ambiente emocional seguro.
Los padres deben saber que ellos son los que, en la mayoría de la casos, le darán al niño esa capacidad de tolerar los ejercicios y quienes le traducirán, de alguna manera, el ambiente o lo que le exige la terapia. Para que ellos puedan absorber esta información de la manera más adecuada, el doctor Heart sugiere a los padres hablar siempre con un tono de voz apropiado, tener gesticulaciones que sean tranquilas, suaves, evitar cualquier tono o movimiento que sea agresivo, pero sobre todo, muchas sonrisas y mucho contacto físico. “Eso le dará la fortaleza al niño para poder conectarse con los terapistas. El puente somos nosotros y ese puente es la seguridad”, precisa el médico.
4. Ambiente físico y sensorial seguro.
Obviamente el espacio donde se va llevar a cabo la terapia debe estar limpio y ser apto para los niños, dependiendo de la edad. Hay que fijarse que los muebles y los juguetes sean adecuados para el niño, que no hayan elementos que lo vayan a lastimar y que estos tengan un propósito. Pero más que nada, debemos enfocarnos en la importancia de un ambiente sensorial seguro: A muchos niños les puede molestar el tipo de luz, los colores a su alrededor, la calidad del sonido o el ruido en el espacio donde el niño será tratado. Son variables a las que a veces no les prestamos la atención, pero que influyen fuertemente en la forma en que el niño acepta las enseñanzas y la terapia. Si no hay seguridad no hay aprendizaje.
5. Apoyo emocional para los padres y la familia.
Da igual si los padres entran al proceso voluntariamente o por referencia del pediatra, nunca tomamos en cuenta el peso que la terapia puede generar en la familia y en sus integrantes. A veces todos los sentimientos que genera el comenzar, crean muchas discusiones matrimoniales, o los otros hijos pueden sentirse relegados. Por ende, es importante que la familia construya, previamente, una red de apoyo capaz de detectar estas cosas y que puedan, también, buscar de manera temprana ayuda psicológica o que, por lo menos, se mantengan pendientes de sus emociones, ya que los problemas de esta índole pueden afectar todo el proceso y, más importante aún, al niño y su terapia.
6. Paciencia y Mente positiva.
El doctor Heart enfatiza que no debemos ver el tratamiento como un obstáculo o problema, si no como un reto que vamos a enfrentar juntos con nuestros hijos. “Si lo vemos de esa manera, sin expectativas que puedan lesionar el proceso, tendremos una mayor capacidad de lidiar con todo aquello que se vaya presentando en el camino no solo ahora, sino en otros momentos de nuestra vida”. El especialista asegura que la entrada a este proceso nos permitirá, a nosotros y a nuestros hijos, crecer a todo nivel y aprender mucha resiliencia. Y para salir exitoso, el positivismo y la paciencia son clave.