Cuando niños, los adultos nos enseñaron todo lo que les parecía importante: lo que está bien o mal, cómo comer, cómo dar nuestros primeros pasos, qué significan las palabras, pero no nos enseñaron mucho sobre las emociones. Lo aprendimos solos, a tropiezos -probablemente al igual que ellos-.
Todos tenemos emociones positivas y negativas. Tus emociones adecuadas o inadecuadas, útiles o descabelladas, son tuyas. Más vale conocerlas y enterarte de dónde vienen y para qué existen.
La buena noticia es que la mayoría de los seres humanos tenemos más emociones positivas que negativas. Lo que sucede es que las positivas son sutiles, como un susurro, mientras que las negativas te gritan y te hacen saber que existen.
Cuando algo nos atemoriza, alguien nos enoja, o nos ponemos tristes, el cuerpo reacciona temblando o transpirando. En esos casos no hay razonamiento que valga: la emoción predomina sobre la razón.
¿Cuál es el camino? ¿Encerrar nuestras emociones en un clóset? ¿Adormecerlas eternamente? ¡Nada de eso! Debemos aprender a reconocerlas y manejarlas. Las emociones son información que proviene de nuestro interior. Si sabemos manejarlas pueden ser nuestras mejores aliadas.
La profesora de psicología Barbara Fredrickson, en su teoría de ampliación y construcción de las Emociones, explica que las emociones negativas reducen nuestra perspectiva y nos mantienen enfocados en el problema mientras que las positivas amplían nuestros pensamientos, acciones y comportamientos lo que nos permite acceder a una mayor gama de perspectivas y acciones.
Experimentar emociones positivas regularmente nos permite construir importantes recursos y habilidades psicológicas, sociales y emocionales. La positividad produce tanto éxito en la vida que refleja más éxito; las emociones positivas no son simplemente el resultado de que las cosas vayan bien, sino también la causa.
Experimentar estas emociones desarrolla espirales ascendentes de desarrollo: su frecuencia es más importante que su intensidad. Por lo tanto, la teoría demuestra que incrementar las emociones positivas aumentan la productividad, motivación, compromiso, persistencia, creatividad, memoria, resiliencia, percepción y relaciones; nos ayuda a recordar, a aprender y a comunicarnos con los demás; y nos hacen más curiosos e interesados, dispuestos a probar nuevas actividades y a desarrollar nuevas habilidades.
Lo primero que tenemos que hacer entonces es comenzar a darle más importancia a las emociones positivas que a las negativas. Para ello debemos reconocerlas y buscar sentirlas más ya que son el motor de nuestra felicidad:
Así como las plantas giran y se mueven porque necesitan del sol para vivir y ser más fuertes, nosotros necesitamos de los nutrientes que nos dan estas emociones para crecer y ser fuertes emocionalmente. Nos ayudan también a ser mejores personas, a ampliar nuestra forma de pensar, ser recursivos y resilientes. Estas emociones se entrenan, como se entrena nuestra forma de pensar e interpretar.
Ten presente estas 10 emociones positivas, elije dos o tres de ellas y trabaja en ellas.
Dejemos de ser espectadores y seamos más protagonistas de nuestros estados de ánimo, más conscientes de nuestras emociones positivas durante el día.
* El autor es capacitador y coach. Su cuenta de Instagram es @dynamitetraining.