Vivimos sin querer envejecer, nos negamos a decir la edad, a subir con los años o  a depender de otros para caminar. Un mecanismo interno y natural se activa, niega y bloquea la edad cada vez que enfrentamos al espejo la piel cansada y el cabello cano.

La sociedad en la que vivimos tampoco ayuda. La moda, los medios de comunicación y los estereotipos construidos en el tiempo acerca del envejecimiento son lacerantes y discriminadores; y lo peor es que los hemos normalizado casi sin darnos cuenta.

Ni siquiera contamos con un buen sistema de salud, ni instalaciones para atender a las personas mayores. Es decir, para atendernos  cuando lleguemos a esa edad.

Llevo años trabajando con personas adultas, realizando actividades y Arteterapia. Hay una gran diferencia entre quienes envejecen lamentando sus años y quienes lo hacen agradeciendo a la vida.

Con esto no niego la posibilidad de presencia de enfermedades neurodegenerativas y que deben tener atención adecuada, pero el envejecimiento no es sinónimo de enfermedad. No se debe asumir a la vejez como una patología, pues provocaría un sesgo de atención enfocado  en la edad más que en la enfermedad.

Klaus Riegel, psicólogo, habla del proceso de la dialéctica en los cambios humanos poniendo énfasis más en la existencia de factores sociales, personales, intelectuales, culturales antes que en los biológicos. Aquí no se habla de “estadios” de desarrollo, sino de evolución permanente independiente de la edad, no podemos ser seres estáticos mientras los cambios biológicos nos suceden; el individuo modifica su ambiente y éste lo modifica a él.

Con esto reconocemos que el factor psicológico (mental) de las personas adultas es también dinámico, evolutivo, integrativo y multifactorial, y siempre que no exista una demencia, nos plantea una infinidad de posibilidades de intervención, diseñadas a cualquier condición o edad dentro de esta etapa evolutiva del desarrollo.

¿Cómo proteger la felicidad mental de las personas adultas?

La Organización Mundial de la Salud nos habla sobre un envejecimiento saludable y aclara que eso no significa envejecer sin enfermedades, sino  ser capaz de hacer, durante el máximo tiempo posible, las cosas a las que damos valor, y propone a los gobiernos impulsar políticas públicas y acciones estratégicas que permitan la promoción de un envejecimiento saludable, ciudades amigables con las personas mayores en infraestructura con respeto a la dignidad humana.

Havighurst (1961) propone un envejecimiento activo, como un medio para alcanzar la satisfacción vital y la felicidad, a través de actividades que reemplacen los roles perdidos debido a la edad, como un proceso de optimización y compensación. Reflexionar sobre los objetivos personales, readaptarlos al presente, incluir actividades diferentes y afrontar juntos las dificultades y pérdidas inevitables.

Todo esfuerzo realizado en pro del acompañamiento al envejecimiento activo requiere que se visibilice la importancia del bienestar biológico, psicológico y social teniendo en cuenta diferencias individuales, factores de seguridad, y servicios de atención a la salud física y mental. Hay evidencia de que las actividades artísticas sobretodo las grupales, evitan el aislamiento y deterioro de la salud e invitan a un bienestar personal así como una integración social, además de permitir un desarrollo de nuevas habilidades cognitivas y motoras, y el mejoramiento de la autoestima.

El acto de “hacer arte” implica una estimulación cerebral que permite una plasticidad neuronal que se adapta, reestructura y expande su potencial creando estructuras alternas para compensar pérdidas, por lo tanto hacer arte, hace bien.

Mai Center y Fundación Mai Panamá proponen actividades inherentes a la salud física y mental a través de talleres de Arteterapia, musicoterapia y terapia ocupacional, para personas mayores, considerando la importancia de este re direccionamiento de roles y pone énfasis en el arte, la música, juegos y dinámicas que permitan un bienestar emocional y un propósito de vida.

Para más información:  @maicenter.com dirección: Coco del Mar, San Francisco, calle Eduardo Maduro Lindo y ave. Cincuentenario. Teléfono: 292 9391