Te cuento que el titulo inicial que pensé para esta conversación era Covid 19, ¿conversamos? Pero creo que lo que estamos viviendo va más allá de eso.

Empezamos tu año, como todos los meses de enero, llenos de energía y de muchísimas promesas: ir al gimnasio todos los días, comer más sano, buscar tiempo para estar en familia y medio millón de propósitos más  que para esta fecha ya deberían estar un poco avanzados.

Pero, 2020, decidiste retarnos como individuos, padres, madres, profesionales, como emprendedores o dueños de empresas. Pusiste a prueba nuestra fe y nuestra resistencia al dolor.

¿Sabes? Hiciste que estemos a la expectativa. Salen muchos memes sobre qué nos espera cada inicio de mes. No lo has puesto nada fácil.

¿Que te puedo reclamar 2020? La lista es interminable pero aquí van solo algunos:

El encierro: al inicio, no te miento, era hasta agradable poder estar en casa sin el estrés del tráfico o la agresividad de los conductores; sin tener que levantarse tan temprano para llegar a la oficina o las reuniones interminables. Pensé: “está bien, aprovechemos para compartir más con la familia, para comer más sano en casa y ahorrar. Hasta para descansar más y trabajar en pijama”.

Pero ya el encierro es asfixiante. Sientes que estás perdiéndote de vivir. Duele más por los hijos, a ellos les hace falta sus amigos, sus fiestas, sus escuelas y universidades. Están perdiéndose un poco de vivir y ganar  experiencias. Lo peor es no poder salir a ver a nuestros padres, familiares ni amigos.

Te comento, que estás dejando muchas familias sin un sustento, sin trabajo y con más preocupaciones  de las que pueden soportar.

Me duele ver que hiciste nuestros corazones sufrir, he leído de personas que fallecen solos. Del dolor de no poder apoyar a tu familia y amigos en estos momentos. Ni te cuento de los que están solos en sus casas sin tener  con quien conversar. Muchos están en esa situación.

Mi mayor queja: lograste que algunos saquen su lado oscuro: el egoísta, el que no aporta, el que solo se queja, el que olvida al prójimo, el irresponsable que sabe que debe cuidarse por su  salud y la de su familia pero no lo hace, y están aquellos que han aprovechado este momento tan difícil para aprovecharse de la necesidad del más débil.

Pero, como decían mis padres, no todo es malo. Hay algunas cosas por las que podemos compartir un café: la fe, cualquiera que sea la religión o creencia que se profesemos. Nos estamos aferrando a ella todos los días con la esperanza de salir adelante por nuestras familias, por nosotros y por todos.

También he visto corazones gigantes. No solo en Panamá. En el mundo entero la gente comparte con el vecino lo poco o lo mucho que tiene. Eso incluye una palabra de ánimo.

Nuestros luchadores hoy no son los soldados sino los médicos, enfermeras y todo el personal de salud. He escuchado historias maravillosas de personas que han sido contagiadas, se recuperan y regresan para dar una mano.

Querido año, nos hiciste salir de nuestra vida tranquila, de la zona de confort y nos estamos reinventando a niveles exponenciales. Los padres nos hemos reinventados. A veces es una locura, pero ahí vamos. Ni te cuento de la relación de pareja, no es lo mismo verse todos los días y a todas horas.

No pierdo la fe en que nos tratarás mejor en los meses que restan de tu año, del cual saldremos con muchas lecciones para no olvidar

Te agradezco el tiempo y seguiremos esta conversación en otra ocasión. Me despido de ti con muchísima esperanza.

* Gracias a Eyra Leiva Marín, lectora de revista Ellas, quien nos compartió envió este escrito. Si quieres enviar una colaboración para ser considerada, escríbenos a ellas@prensa.com