Hoy  miré con atención  las áreas comunes del edificio en que vivo  y recordé al conserje que hace la limpieza a diario. En este momento no se encuentra y su ausencia se nota. La persona que lo reemplaza no realiza el trabajo de la misma manera.

Aunque es trillada la frase: ‘nadie es indispensable’, no me parece justa. Si bien, somos contratados para hacer una función específica y se nos retribuye por ello, cada persona aporta a sus deberes sus fortalezas, cualidades y habilidades.

Cada quien da un valor distinto a su trabajo. Aquella frase de no hay nadie indispensable  no es tan cierta. Se nota más al experimentar cambios de mandos de dirección o si se hace una comparación de rendimiento entre trabajadores. Muchas veces esto es más evidente cuando una persona se va de vacaciones y otra intenta reemplazarla.

Siempre insistiré en la importancia de cuidar al personal en las organizaciones y reconocer la huella que deja en sus tareas.

Si eres un trabajador, para que se haga notar tu desempeño muéstrate dispuesto a ser productivo, eficiente y eficaz. Mantente abierto a los cambios, a colaborar con ideas. Una buena actitud aunque el entorno no sea el mejor, te permite destacar.

Las organizaciones no pueden considerar a su recurso humano como elementos que fácilmente se pueden intercambiar. Sí deberían, dentro de sus políticas, premiar la proactividad. Eso abrirá el compás para que se desarrollen nuevas ideas y ofrecerá al trabajador la oportunidad  de saber que se le necesita y valora como persona. Así como cuando preparamos una comida y sabemos que hay un ingrediente singular que le dará un toque distinto.

Para ser indispensables en un sitio de trabajo se requiere preparación, pero también disposición y el interés de mejorar continuamente. Quienes dirigen los equipos deben procurar rodearse de personas que tienen el interés por dejar su huella en lo que hacen. Eso permitirá un gran equipo y producir buenos resultados.

Seguiremos en otra vuelta.