Me había preparado psicológicamente para este día. Lo había venido postergando, pero me había hecho una promesa a mí misma para cumplirla.
Era un viernes. Mi hora de salida corresponde a la 5 de la tarde por el último número de mi cédula. Me preparé toda la mañana para ese momento: la primera vez que saldría a la calle en cuatro meses de encierro. En todo este tiempo mi esposo es el que se ha encargado de ir al supermercado y yo he venido haciendo teletrabajo por lo que no había tenido necesidad de salir más allá de la garita de mi PH. Además, así cumplía con la recomendación de #QuédateenCasa y evitaba exponerme al Covid-19.
Pero esta vez debía cumplir ese compromiso que me había hecho… Donar sangre.
Hace cinco años en una jornada en Corporación La Prensa, doné sangre por primera vez. Mi hemoglobina estaba en 16 (lo más alto en el rango normal me comentaron en ese momento). En todo el proceso me fue muy bien, no sentí ninguno de los síntomas posteriores que pueden darle a ciertas personas (un poco de debilidad o mareo). La buena experiencia que tuve me hizo sentir que tenía las cualidades para ser donante voluntario. Lo pensé en aquél entonces, pero nunca lo concreté.
Después de 4 meses encerrada, esto fue lo primero que hice al salir a la calle
La idea aún permanecía en mi cabeza y tomó más fuerza con la llegada del Covid y los anuncios donde se pedía donación voluntaria de sangre. Finalmente hice el compromiso conmigo misma cuando un familiar en otro país lo estuvo necesitando, y parientes y amigos respondieron de inmediato al llamado.
Ese viernes de julio finalmente me atreví. Llamé en la mañana para hacer la cita en la tarde, lo más cerca de mi hora de salida. Fui directo al centro de donación, estaba cerca de mi casa, así que no tenía excusas.
Me imaginaba que iba a encontrar fila o gente, pero el lugar estaba completamente vacío. Relucía de limpio. Me tomaron mis datos y la temperatura. “Escriba aquí el nombre de la persona por la que viene a donar”, me dijo una joven. Les contesté que venía como voluntaria. Me tomaron una muestra de sangre, y luego de evaluarme y contestar algunas preguntas en la entrevista respectiva, pasé a la sala de donación.
Las personas que me atendieron fueron muy amables. Me comentaron que había muy poca reserva en el banco de sangre; la gente no ha querido donar temiendo por el virus y ahora es cuando más donantes se necesita. Ahí estuve par de minutos dando mi muestra. Después me dieron un jugo de naranja y esperé varios minutos. “¿Te sientes bien?”, me preguntaron varias veces para cerciorarse si tenía alguna molestia. No sentí ninguna y regresé a casa.
Sé que hay mucha gente que siente dudas y temor, pero les invito a documentarse y a ver historias como la de Ana Paula publicada hace algunas semanas en Ellas.pa quien lleva 22 años siendo donante voluntario. Una persona puede donar sangre de tres a cuatro veces al año. Se debe esperar tres meses entre cada donación. Una unidad de sangre puede ayudar a tres a cuatro adultos o entre ocho a nueve bebés.
También pueden seguir la cuenta de Instagram de Fundación Sangre Panamá para aclarar mitos y dudas.
Definitivamente donar sangre salva vida y aquellos que podamos hacerlo, atrevámonos a dar el paso.