Desde mi adolescencia presenté molestias como cólicos renales. Como era tan joven los médicos solo me decían que era por falta de agua. Al cumplir 20 años la situación se complicó; muchos malestares como cólicos, dolor en las piernas, vómitos, diarreas.
Me hicieron estudios más profundos y en un ultrasonido se percataron de la presencia de tumores en ambos ovarios (endometriosis). En agosto de 2010 llegué a urgencias en un hospital por fuertes dolores y me sometieron a una ooforectomía derecha con cuña en ovario izquierdo (extracción del ovario derecho). Mi ginecóloga me dijo que tenía que tener hijos lo más rápido posible, pero yo solo tenía 20 años, estudiaba una carrera que me demandaba tiempo y dedicación, y no tenía una pareja.
En octubre de 2014, en una visita a la ginecóloga de rutina, me dijo que el ovario izquierdo lo veía mal y que fuera a un médico de fertilidad. Ya había culminado mis estudios y tenía una pareja.
En noviembre de ese año fue la primera cita. La endometriosis había invadido mi ovario izquierdo con pocas probabilidades de quedar embarazada de forma natural y muy bajas las probabilidades de quedar embarazada por tratamiento de fertilidad. Mi esposo y yo decidimos iniciar un tratamiento. En mi segunda cita, el médico especialista me comunicó que no había mejorado el ovario. Sentí que mi mundo se me derrumbaba en pedacitos.
Continuamos con el tratamiento, enero 2015, ansiosa, positiva, pero en el fondo con emociones encontradas. El doctor me dio la noticia de que había una posibilidad de iniciar el procedimiento de fertilidad. En febrero iniciamos este viaje, agarrados de la mano de Dios y de la Virgen María, para que guiaran a los médicos especialistas que me trataban (para mí fue más difícil porque vivo en el interior y me tenía que trasladar hasta la ciudad capital para recibir el tratamiento).
En un largo mes y cinco días obtuve mi resultado de la prueba de embarazo: positivo. Alegría, lágrimas de emoción, felicidad, todas las emociones positivas las sentí en ese momento. Me llamó mi médico y me felicitó. Fui a su consulta y me hicieron ultrasonido: no era uno, sino dos embriones en mi vientre. Fue algo indescriptible y así, con muchos cuidados, los medicamentos, vitaminas, todo al pie de la letra, llegué a las 33 semanas de embarazo sin ninguna complicación, con mis citas de control cada 15 días.
A las 33 semanas estaban muy grandes los bebés, rompí fuente y me tuvieron que hacer cesárea. Dios me premió con un embarazo gemelar y lo mejor para vivir una grata experiencia con un niño y una niña (aclaro, los embriones fueron tomados al azar, no se hizo estudio de sexo).
A todas esas parejas que no pueden tener hijos asistan a un especialista de fertilidad, sé que es caro, pero con esfuerzo no es algo que no se pueda pagar. Recomiendo el hábito del ahorro. El cuidado que debe tener la mujer es muy importante, seguir las recomendaciones del médico, la alimentación y el descanso son clave para lograr un embarazo sin complicaciones.
Sí, hay desgaste psicológico por lo que se debe recibir terapia antes para prepararse porque es un proceso muy difícil; no es solo mental el desgaste sino físico y económico también.
Mamá, si has tenido problemas con tu sistema reproductor, atiende a tu hija a tiempo, no esperes hasta lo último porque es muy doloroso querer concebir y no poder, cuando con una atención a tiempo se puede lograr. Lleven sus hijas a un ginecólogo pediatra, dejemos el tabú.
Así como yo pude, tú, mujer que estás leyendo esto, también lo puedes lograr, la fe mueve montañas. “Dos corazones en un solo milagro”.
‘La endometriosis había invadido mi ovario izquierdo con pocas probabilidades de quedar embarazada‘