Al inicio de la pandemia de COVID-19, mientras aumentaban los casos en el mundo de esta nueva enfermedad de la que poco sabíamos, mi mayor preocupación era lo que podía pasar si mi hija de entonces 3 años de edad se contagiaba, aún más cuando no se tenía una vacuna que pudiese protegerla de padecer una enfermedad potencialmente grave.

El panorama actual es más positivo. Se han desarrollado vacunas con probada eficacia para protegernos contra la enfermedad grave e incluso la muerte por COVID-19. Pronto se estarán autorizando para poblaciones más jóvenes. Sin embargo, sé que hay muchos padres y madres con dudas respecto a esto, siempre con la intención de asegurar el bienestar de sus hijos. A continuación, quisiera ofrecer un poco de información sobre lo que sabemos hasta ahora de los efectos de la COVID-19 y de las vacunas contra ella en niños, niñas y adolescentes.

Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en 2020 hubo más de 1,5 millones de casos de COVID-19 entre niños y niñas en la región, mientras que, en los primeros nueve meses de este año, ya se han alcanzado más de 1,9 millones de infecciones entre niñas, niños y adolescentes. A medida que más adultos reciben sus vacunas contra la COVID-19, los niños que aún no pueden ser vacunados en la mayoría de los países están representando un mayor porcentaje de hospitalizaciones e incluso de muertes por esta enfermedad.

Si bien la gravedad de la infección por SARS-CoV-2 es mucho menor en pacientes pediátricos, existen factores tanto biológicos como sociales asociados a un mayor riesgo de enfermedad grave y muerte en niños. Estos incluyen las comorbilidades como inmunocompromiso, sobrepeso y obesidad y enfermedades crónicas como el asma o la diabetes.

Asimismo, las condiciones de vulnerabilidad socioeconómica, como el pobre acceso a servicios de salud, representan un factor de riesgo adicional. Por ello, algunos países como Reino Unido y Alemania han optado por priorizar la vacunación de niños, niñas y adolescentes entre 12 y 17 años que viven con comorbilidades, con el fin de prevenir casos graves y muertes en dicha población.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que niños mayores de 12 años con riesgo alto de presentar COVID-19 grave deben ser considerados para la vacunación, junto con otros grupos prioritarios.

Otro punto para considerar es el efecto de la vacunación en la transmisión comunitaria. Hay evidencia clara de que las niñas, niños y adolescentes pueden transmitir SARS-CoV-2 a sus contactos, por lo que su inclusión en los programas de vacunación puede contribuir de manera sustancial a aumentar la inmunidad poblacional y controlar la transmisión de la infección. La interacción social forma parte esencial del desarrollo de niños. En este aspecto, las vacunas pueden contribuir, junto con el resto de las medidas preventivas basadas en la evidencia, a reducir los riesgos de las actividades educativas, deportivas y sociales, y disminuir la necesidad de cerrar escuelas ante brotes o aumento de la transmisión comunitaria.

La mayoría de las personas que sobreviven al COVID-19 se recuperan por completo. Sin embargo, algunos sufren de una condición poco conocida denominada COVID prolongado, que puede durar meses, tal vez incluso años. La afección se describió por primera vez en adultos, pero varios estudios ahora han informado un fenómeno similar en niños que incluye síntomas como dolor de cabeza, fatiga y palpitaciones, aunque rara vez experimentan síntomas iniciales graves de COVID- 19. Los datos publicados por la Oficina de

Estadísticas Nacionales del Reino Unido (ONS) en febrero y actualizados en abril demostraron que el 9,8% de los niños de 2 a 11 años y el 13% de los de 12 a 16 años informaron al menos un síntoma persistente cinco semanas después de un diagnóstico positivo. La vacunación en niños podría disminuir el riesgo de COVID prolongado en estas edades.

Actualmente, solo la vacuna de Pfizer-BioNTech tiene la autorización por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y la OMS de uso de emergencia para prevenir la COVID-19 en niños mayores de 12 años. Luego de analizar la evidencia disponible, la FDA y la OMS determinaron que los beneficios conocidos y potenciales de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra COVID-19 superan sus riesgos conocidos y potenciales para la prevención de la COVID-19 en adolescentes mayores de 12 años. Los efectos secundarios reportados durante el estudio clínico en adolescentes de 12 a 15 años coincidieron con los efectos secundarios reportados por personas de 16 años o más: dolor en el lugar de la inyección, cansancio, dolor de cabeza, escalofríos, dolor muscular, fiebre y dolor en las articulaciones.

Vacunas contra COVID-19 en niños

Vacunas contra COVID-19 en niños

Muchos padres y madres durante las consultas me han expresado su preocupación respecto a los riesgos y beneficios de la vacunación en adolescentes. A continuación, ofrezco algunos datos que pueden ayudar: Cada millón de dosis de vacunas aplicadas en adolescentes mayores de 12 años previene: 8.500 casos en niñas y 5.700 casos en niños 183 hospitalizaciones en niñas y 215 en niños 38 admisiones en unidad de cuidados intensivos en niñas y 71 en niños 1 muerte en niñas y 2 muertes en niños Respecto a los riesgos de miocarditis en los adolescentes mayores de 12 años: Han ocurrido 4.4 casos de miocarditis cada 1.000.000 de primeras dosis de vacuna ARNm Han ocurrido 12.6 casos cada 1.000.000 con las segundas dosis de vacuna ARNm Estos casos son más frecuentes en adolescentes de sexo masculino y se trata de cuadros leves.

Sin embargo, según un estudio que incluyó alrededor de 1.600 atletas adolescentes en EE. UU., el riesgo de miocarditis en adolescentes luego de sufrir COVID-19 es de 2.3%, es decir, aproximadamente 1 de cada 43 pacientes o 23.000 casos cada millón de infectados. Desde mi punto de vista, los beneficios de la vacunación en este grupo etario son ampliamente superiores al riesgo de contraer miocarditis posteriormente a recibir la vacuna contra COVID-19.

Por último y para responder a los padres y madres de menores de 12 años, según datos preliminares, las vacunas de ARNm contra la COVID-19 parecen ser seguras y brindar una protección robusta en niños mayores de 5 años, usando dosis menores que en adultos. Se estima que la vacuna para niños de 5 a 11 años recibirá autorización para uso de emergencia en los primeros días de noviembre de este año. Sin embargo, será importante dar seguimiento estrecho a efectos adversos infrecuentes, generar evidencia respecto a su efectividad en el mundo real y considerar la inclusión de la población pediátrica con comorbilidades en los programas de vacunación prioritaria, en el contexto de la equidad y la protección de los grupos más vulnerables a nivel global. Respecto a la vacunación en menores de 5 años, es probable que esta esté disponible a principios del 2022.

Como hemos podido observar, la evidencia nos muestra que, para los niños, niñas y adolescentes, los riesgos son mucho menores que los grandes beneficios de la vacunación contra COVID-19. La vacunación es uno de los avances científicos más valiosos en la historia de la medicina, dado que, a través de arduos procesos científicos, ha permitido controlar y hasta erradicar algunas enfermedades infecciosas. En mi caso personal, yo podré finalmente volver a dormir tranquila una vez que pueda vacunar a mi hija para protegerla contra la enfermedad grave e incluso la muerte a causa de la COVID-19.

Si eres madre y tienes dudas sobre la vacunación contra COVID-19 para tus hijas o hijos, te invito a conversar con su pediatra, haz todas las preguntas que tengas. Asimismo, invito a todos los profesionales de la salud a no dar la espalda a quienes tienen dudas, sino más bien a invitar las dudas y las conversaciones para aclararlas. Solo trabajando juntos, colaborando y apoyándonos cuando se necesita, lograremos controlar esta pandemia.