Hace un par de días estaba viendo unas escenas de un campeonato de tortilla de patatas en Burgos y por ahí ,como colateral, aparecen unas declaraciones del chef Karlos Arguiñano sobre si la tortilla buena es con cebolla o sin cebolla; y hace sus explicaciones sobre lo maravilloso de la tortilla de patatas y sobre cómo le parece un crimen comprar las que vienen hechas y otros detalles de la vida. Como siempre con su grado de humor basado en un conocimiento profundo de cocina, ingredientes, técnicas y otras cosillas que maneja a las mil maravillas.

Luego de todo el rechinchap, concluye y fue aquí donde me terminó de conquistar, “El movimiento se demuestra andando y el cariño cocinando”. ¿Es una maravilla este personaje o qué? Claro, recordando los tiempos en que a la vuelta de cualquier película banal vista en el cine que generara una pregunta mi mamá nos mandaba directo como el rayo a la Enciclopedia Británica a buscar la respuesta, yo me fui para mi oráculo, Google.

Estaba segura de que la frase, aparte de su componente culinario, obviamente original de Don Karlos con su sombrero de dos pies de alto que seguramente es donde se cuecen todas esas cosas maravillosas que nos cuenta en sus programas, tendría otro autor para su primera parte. “El movimiento se demuestra andando”. Hay mucho implicado por esas cinco palabras.

Obviamente, el autor fue alguien famoso pues en menos de lo que se persigna un ñato, ya Google había tenido la cortesía no solo de proveerme con el autor sino también con catorce millones doscientas mil explicaciones de la susodicha frase. Diógenes el Cínico, discípulo de Antístenes, fundador de la escuela cínica que propone que la libertad total y verdadera del hombre se obtiene despojándose de todos lo bienes materiales e incluso los apegos emocionales.

Me encantó aquello de que el hombre lleva en sí mismo todo lo necesario para ser feliz, ya saben eso de que la felicidad nunca es producto de lo que nos rodea ni son terceras personas las que pueden hacernos felices, todo es responsabilidad propia por ponerlo en palabras sencillas. ¡Ojo! Que yo no soy experta en filosofía. Debería saber más pues es fascinante, lo que pasa es que a veces por andar filosofando uno queda más enredado de la cuenta y no son tiempo para enredos, más bien para desenredos.

Bueno, ya descifrado el asunto de Diógenes y aquello de que en esta vida todo se resume en el “hacer” puesto que pensar en algo sin actuar al respecto no lleva a ningún lado, me concentro en lo de Arguiñano sobre la demostración de cariño, pues me identifico tan perfectamente con él en dicha propuesta. No saben cuanto. Soy frugal en abrazos, lo reconozco y seguramente las personas cercanas a mí dirán que en otras demostraciones físicas de cariño también, pero en lo que no fallo es en consentir con algo que preparo en mi cocina.

En mi caso es totalmente cierto que “el cariño se demuestra cocinando”. Y pongo el mismo empeño en armar una quesadilla en cinco minutos que en hornear un jamón para el día del padre o un pernil para Navidad. Ya saben, soy de la escuela “Arguiñano”. Mi cariño sale del horno.


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