Andaba yo brujuleando por el universo de Google sin rumbo fijo cuando “de la nada” como dicen mis hijos y nietos la frase que ven arriba me salta a la vista. En primera instancia no aparecía el autor. Raro, porque es uno muy famoso, pero insistí. Di ese primer paso del que habla la cita hacia una búsqueda que resultó en algunos aspectos rápida y fácil y en otros, no tanto.
Aparece el autor, Antoine de Saint-Exupery, a quien muchos relacionan en primera instancia con El Principito, pero de su autoría hay muchos libros más, diecisiete en total parece ser el número correcto de sus publicaciones. Pero ¿en cuál de todos aparece la dichosa cita? Ahí fue donde la puerca torció el rabo porque esa información no apareció tan rápidamente como la primera. Apareció en Tierra de Hombres, pero para estar segura quería verla físicamente en el texto y esa búsqueda me tomó un buen rato.
En primer lugar, encontré distintas traducciones y algunas me parecieron muy raras. Me fui entonces a la versión original en francés para tratar de usar la que mejor coincidiera con la idea original. No puedo garantizar que la que finalmente escogí cumple con todos los requisitos, pero creo que se acerca bastante.
Todo este cuento surge porque cuando leí la frase por primera vez me remonté al 27 de septiembre de 2010 (tengo la fecha porque la busco en mi Excel del Camino de Santiago 2010), fecha en que por primera vez tuve que caminar más de treinta kilómetros y durante la cual muchas veces pensé que no llegaba a mi destino. Ya les he comentado alguna vez sobre esta experiencia pues se me quedó grabada muy claramente. Además de ser largo el trecho, la población de Santo Domingo de la Calzada, que era mi destino final, ese día empezó a mostrarse con muchos kilómetros de anticipación. Así pues, yo sentía que llegaba para descubrir después de cada recodo que el pueblo se veía más no estaba cerca.
Entre el cansancio y la frustración de no lograr alcanzar el ansiado final del día les confieso que mi mente empezó a torturarme. ¿Qué hago aquí? ¿Es esto necesario? Comprenderán que con cansancio o sin él, no había vuelta atrás. Me encomendé pues a la Virgen y le pedí textualmente: “por favor ayúdame a dar un paso más”. Y luego le pedí otro y otro más. Y así de uno en uno llegué a la meta.
Me aprendí la lección y cada vez que siento que no llego pido un paso más, solo un paso, el paso salvador. Porque es muy cierta la frase de Saint-Exupery ya que de nada sirve permanecer congelado ante la adversidad, hay que seguir andando. Y es muy posible que uno no tenga la certeza de que lleva el rumbo correcto pues las dificultades suelen venir acompañadas de incertidumbres, más eso no importa pues cada paso trae con una respuesta, una revelación y es así como se nos descubre el sendero a la meta.
* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.