Habían pasado varias semanas desde que tomé a mis dos niñas y me fui de mi casa. Aún sentía que mi mundo estaba tambaleándose y no como yo lo había planificado.

La realidad es que mi plan A no funcionó y tuve que poner en acción el plan B, sin saber, improvisando, y con mis hijas aún pequeñas.

Lo primero que tenía que hacer era estar bien emocionalmente para mí, pues de lo contrario no lo estaría para mis niñas. Luego, debía aprender a respetar y a defender mi decisión, abrazarla y mirar hacia el futuro. Lo que tengo por hacer y no lo que fue.

A manejar “la situación” de esta difícil etapa emocional y crear nuevas memorias. Así que empecé anotando lo que podía rescatar de lo viejo y con un par de recuerdos comenzar mi nueva historia.

Tuve que lidiar con diferentes comentarios, desde: una mamá hace todo por sus hijos; las mujeres no dejan el hogar; tú sí eres valiente; cómo hiciste para salirte; no aguantaste nada, debiste quedarte; cómo vas a hacer ahora que quedaste sola. Pero pensaba “No, no estoy sola. Me tengo a mí, tengo familia y amistades”.

Hubo momentos en que dudé. “Rayos, ¿será que hice mal? ¿será que no debí?”, pero eso fue solo al inicio. Luego me recordaba de todos los NO quiero y las cosas que estuve dispuesta a perder para poder encontrarme y así darles el mejor hogar a mis hijas, algo que no se trataba de la estructura precisamente.

En ese entonces no estaba en un lugar que sentía mío, pero la paz que tenía era sublime.

El camino era largo, pero no imposible de transitar. Tocaba reconocer, retroceder un poco y tomar impulso para ir por todo lo que se había quedado atrás en mi vida.

Decidí ser una emprendedora. Me puse manos a la obra, busqué sacarle ventaja a mis conocimientos, encontrar qué tenía yo como profesional y hallar un factor diferenciador, mi marca personal.

No me puse a ver las opiniones de nadie, sino a ver qué quería hacer yo y buscar mi norte. Me dediqué a trabajar, y si iba a mirar a alguien, era para inspirarme sin sentirme mal y sin juzgarme o juzgar a los demás.

Me junté con personas con historias similares a la mía y las habían superado, y con otras que no tenían experiencias negativas pero sí habían trabajado por el éxito.

Trabajé en mi emprendimiento, en mi agenda. Le di prioridad a compartir calidad con mis hijas y ubiqué proyectos donde las podía incluir.

Dejé todos los pensamientos negativos y sembré con amor; ahora mismo estoy en el proceso de cosechar con alegría.

Vivo a mi medida. Hay momentos en los que me alegro por haberme arriesgado. Miro lo que tengo y voy por lo que me hace falta.