Semana tras semana leo esta columna con la esperanza de que alguien esté viviendo lo mismo que yo.
Quiero tener un borrón y cuento nuevo a mi edad, pero, ¿cómo comenzar en cero, con cuenta en blanco, si los recuerdos juntos suman más años que los que vivimos con nuestras familias de origen?
Siempre me sentí segura en mi matrimonio soñado. Más de tres décadas de forjar un futuro para que nuestros años dorados fueran de paz y tranquilidad. Qué lejos estaba de mi realidad.
Ahora descubro que ser una esposa trabajadora, fiel y cuidadora de su matrimonio no da resultado. Todas esas cualidades no sirven cuando tu esposo se encuentran con una mujer necesitada de “afecto monetario”, que lo hace sentir joven, deseado y hombre. Aquí me pregunto, ¿y en casa no tenía todo eso? Respuesta inmediata: sí.Y llega el autorreproche, ¿en qué fallé? Y mi corazón me responde: no es tu culpa. Falló él.
Así que aquí les comparto los errores de una esposa confiada.
1. Ese cuento de que él es fiel no es para nadie. No seas celosa, pero sí cautelosa. Hay que estar pendiente de todas aquellas solteras y casadas que de repente son más mencionadas en las conversaciones casuales, mujeres que están a su alrededor, revoloteando como abejas con el azúcar.
2. Decir que él tiene sus amigos y yo los míos. ¡Qué va, hija! Los amigos son de ambos. Si hay reuniones y juegos donde tú no vas, otra va a ir. Y si es un negocio donde participa una mujer, sé parte de esa junta directiva. Ella lo va a tentar y el pobrecito se dejará.
3. No saber que internet se usa para comunicarse y mentir. “Estoy en un enorme tranque”, “salí tarde”, “tengo que trabajar el domingo”, “tengo un seminario de trabajo en El Valle de Antón, pero es solo para los de la compañía”, y hasta te envía fotos.
4. Pensar “él me quiere como soy”. Nada de eso. Pero cuídate para ti, no para él. Vas a necesitar estar saludable y sin achaques para recomenzar.
5. Cuando lo descubras y te diga que se arrepiente, creerle. Hechos son acciones y no buenas razones. Y pela el ojo. Permanece vigilante. No te aceleres. Pon en blanco y negro las finanzas. No te mates trabajando. Date tus gustos. Ahora me di cuenta de que lo que él ahorraba, lo gastaba con otras. Cuídate como persona física y emocionalmente y busca el momento propicio para decir adiós. La vida tiene que seguir sin él.
Lo que más me ha herido no es él y lo que hizo, sino quienes se dicen familia, amigas y amigos que sabían, que lo habían visto y se hicieron cómplices, sin dejarme ni sospechar.
Aunque no he podido hacer mi borrón, sí estoy en cuenta regresiva. Me apego a mi fortaleza y mis creencias católicas. Pido cada día que me dé luces para alumbrar este oscuro y repentino camino, y para poder perdonarlo a él por no ser parte de mi “juntos hasta que la muerte nos separe”.