Hace unas semanas recibí una llamada de la escuela de mi hija. “Ay, señora”, me dice la secretaria, “la llamo para preguntarle algo difícil. En el acto de graduación de su hija, ¿podemos sentarla al lado de su exesposo?”.
Recuerdo un par de años atrás, para otro acto importante, yo fui la que llamé a la escuela para pedir que no me sentaran junto al susodicho, porque solo la idea de aquello me revolvía.
En esta ocasión, ya superados los asuntos legales y pasados varios años, respondí alegremente que no había ningún problema en que nos sentaran juntos. Solo hice la advertencia de que en esta ocasión yo iba a asistir acompañada.
Llegó el día en cuestión y, por supuesto, también el momento de tomarnos las fotos. Los dos lados de la familia esperaban su turno para posar para su respectiva foto con la graduanda, hasta que exclama mi mamá: “Que alguien nos tome una foto a todos juntos”. Admito que lo dudé por 10 segundos, pero al ver que todos fueron de buena gana, puse mi mejor sonrisa y nos tomamos la foto.
Como con cualquier ocasión importante que tengo, compartí mis fotos en mis redes sociales, y las llamadas y mensajes no se hicieron esperar. Si supieran cuánta gente dijo algo sobre la foto, a la cual bauticé como “La foto civilizada”.
Para los que me conocen y saben cómo fueron esos dos años de batalla campal y cómo me hicieron la vida de cuadritos, pues les resultó muy agradable ver en una foto a mi ex, su madre, hermanos, nuestros hijos, mi madre, mi hermana y a mi actual pareja junto a mí; todos con nuestra mejor sonrisa. Y debo admitir que no fue fingida ni forzada. El tiempo cura mucho, si te propones curar.
No les voy a decir mentiras: llegar al punto de aceptar salir en la misma foto con mi exesposo es todo un logro. Nunca he sido fanática de las fotos familiares con ex incluidos.
Soy fiel creyente de que el pasado no tiene nada nuevo que mostrarme y hay que aprender a pasar las páginas y ponerle punto final a ciertas historias.
También creo que es importante mantener una relación cordial con los ex, pero cada quien en su esquina, de lejitos, más bonitos. Me queda muy claro que ambos somos y seguiremos siendo los padres de nuestros hijos por lo que nos quede de vida, pero manteniendo nuestra individualidad y respetando las decisiones de cada quien.
En fin, hoy puedo decir que estoy orgullosa de la foto civilizada por una sola razón: fuimos capaces de terminar el libro y empezar uno diferente.