Me costó mucho adaptarme a mi nueva vida social y entender que ahora podía decidir cuándo, dónde y con quién salir.
Con el tiempo logré alcanzar un nivel de paz mental y emocional que me mantiene tranquila en mi aparente soledad.
Sin embargo, está la presión de mi familia, que continuamente me pregunta si tengo novio o estoy saliendo con alguien, ya que yo nunca hablo de mi vida personal.
A ellos, por la confianza que les tengo, puedo torearles las preguntas con respuestas claras como: “Nooooo, no estoy saliendo con nadie, pero cuando haya alguien importante, se los diré”.
La parte realmente incómoda para mí son los comentarios de la gente a mi alrededor, como compañeros de trabajo, vecinos o personas a las que apenas conozco, que me salen con preguntas o comentarios totalmente indeseables.
Es difícil cuando trabajas en un lugar donde todos están casados, y en medio de conversaciones, sale alguien preguntándome si ya hay candidato para un nuevo matrimonio y si lo volvería a hacer; que si todavía creo en el “felices por siempre”, tomando en consideración que me dejaron.
Las vecinas no se quedan atrás, con preguntas como si aceptaría a mi esposo si decidiera volver, o si prefiero quedarme sola toda la vida. Y allí quedo sin saber qué contestar, porque lo más seguro es que sonaría a: “Señora, no sea tan metiche, y no, no estoy sola, tengo a mis hijos”.
Uno de los momentos más incómodos que recuerdo fue en el cumpleaños de una amiga. Me presentó a su prima, quien estaba pasada de tragos. Tan pronto le dije que era divorciada, empezó con frases como: ¿Y por qué no sales con nadie, será que eres muy necia? ¿Y por qué fue que te dejaron? ¿Qué estás esperando? Recuerda que ya estás llegando a los 40?… Por más que traté de enfrentar esas preguntas con mi mejor cara, preferí retirarme de la fiesta antes de tiempo porque me sentí humillada.
Al igual que esos comentarios imprudentes de gente que ni conozco, también están esas amigas que sueñan con verme iniciar una nueva vida amorosa, e insisten que abra una cuenta en Tinder o que le conteste el mensaje de Instagram a cualquier desconocido que me diga: “Hola bebé, ¿cómo estás?”.
Recuerdo a esa amiga que me llamó para decirme: “¿Sabes? Te voy a presentar a fulanito; salí con él pero me pareció aburrido, creo que hará mejor clic contigo”, a lo que contesté: “No querida, no voy a salir con alguien que tú rechazaste, no voy a ser la segunda opción de nadie”.
Y así, desde que me separé, he tratado de que las personas a mi alrededor entiendan que, aunque definitivamente anhelo la compañía sentimental de alguien, me siento poderosa para no elegir una opción al azar.
Aunque creo en las segundas oportunidades y me volvería a casar, el ser madre hace vital que la persona que acepte, cumpla con las características que yo considere necesarias para que nadie nos robe esa tranquilidad que hemos alcanzado.
En resumen, aunque tengo necesidades, también tengo estándares.