La casa, los adornos, las cuentas bancarias, las mascotas y hasta los hijos. En un proceso de divorcio toca dividir de TODO. Es un asunto que pone de cabeza la existencia de uno, porque las cosas tangibles se pueden repartir de forma equitativa. ¿Pero qué haces con aquellas otras que no puedes partir por la mitad ni intercalar una semana aquí y una allá?
En esa galería de sueños rotos quedan guindados el cariño de tu familia política, la lealtad de algunos amigos y hasta el de las muchachas que trabajan en tu casa. Estas son las bajas de las que, enfrascados en problemas mayores, muy pocos hablan. En mi caso, los amigos los heredé yo. Mi ex se salió del chat grupal por iniciativa propia, sin decir siquiera bye-bye. Pero supongo que si no le importaba nada con la mujer con quien construyó una vida, qué le va a importar con los otros. Y así se perdió de nuestras vidas como un vaquero cabalgando en el ocaso.
Al principio me sentía victoriosa. Mi ex se habrá zafado de pagar un bonche de cosas en el acuerdo de pensión, pero los amigos me los quedé yo. Punto para mí.
Me sentía afortunada de seguir teniendo mi grupito de salidas de los sábados por la noche, pero con el tiempo mis salidas se fueron espaciando. Era de esperar. Al principio tus amigas están pendientes de ti: te llaman, te llevan, te sacan. Hasta cierto punto las salidas se mantenían iguales; casi como tener un marido, y actuando como si estuviera de viaje. Pero pasan los meses, y de pronto sientes que eres parte de una boca sonreída a la que se le cayó el diente de adelante: con un hueco oscuro, que no hay forma de ignorar. Así que, aunque te siguen incluyendo en los planes, poco a poco vas declinando, porque es un grupo de parejas. Y tú, obviamente, no tienes una. Al menos por ahora.
Por suerte se cierran puertas y se abren ventanas. Se rompen sueños y aparecen almohadas. Y así vas conociendo personas nuevas con quienes formar una cofradía, una red de apoyo, individuos que han vivido lo mismo y entienden las cosas por las que pasas. Quienes comprenden la frustración de lidiar con un exmarido que te deja a los niños tirados y se hace el loco con la pensión. Amigas nuevas que se ríen de los memes que compartes alusivos a tu ex y quienes te escuchan enumerar las fallas del caradura, sin que sientas temor a sentirte juzgada.
No es que algunas amigas sean mejores que otras. Solo que así como hay un momento para cada cosa, hay amigos para cada momento. La vida es una travesía que hay que sortear, con varios destinos y muchas paradas. Qué bueno por los amigos, los viejos, los nuevos y los que aún te falta por conocer, para que te acompañen en tus diferentes etapas.