Trato de entender la razón por la que nuestra sociedad actual gira en torno a estereotipos y patrones establecidos por los que nos vemos señalados y juzgados.

Tengo ocho años de divorciada. En su momento, en la euforia por mi nuevo estado civil, pienso que por satisfacer mi ego y levantar mi autoestima, salí al ruedo. Así llegaron las invitaciones a cenar, a conversar, se corrió la voz y llegaron los viejos amores. Fueron muy bien recibidos, pues era parte del proceso de recuperación el sentirme apreciada y querida. Pero quiero decirles, amigas en este proceso, que hay que tener mucha cautela, pues encontrarán de todo. Y claro, no pueden faltar los lobos feroces, al acecho de la pobre “divorciadita”, quienes piensan que estamos en busca de aventuras locas y dispuestas a tomar cualquier cosa con tal de no sentirnos sola.

En ese proceso tuve que ir descartando poco a poco la posibilidad de volver a establecer una relación. Por lo menos por el momento.

Mis viejos amores no cambiaron; siguieron siendo los mismos. Los nuevos amores no resultaron ser lo que decían ser. Fue agradable; no puedo decir que fue una mala experiencia, sobre todo después del desprecio a voz populix al que nos vemos sometidas las divorciadas. Porque si te divorcias, para gran parte de la sociedad es porque tu marido ya no te quería. No señores, hay una serie de factores que influyen en que la relación se deteriore. Para mí el significado de la palabra divorcio equivale a un proceso legal al que tiene que someterse una pareja para disolver una relación deteriorada por diversos factores que influyen en el cambio de conducta de ambos, y del que no logran o no pueden ponerse de acuerdo.

Luego de reactivar mi brújula amorosa en busca de amor, y de encontrarme con viejos y nuevos amores, llegué a la conclusión de que no necesito a un hombre a mi lado para ser feliz y para sentirme bien.

Me rompo la cabeza pensando por qué hay personas que insisten y creen que es de vital importancia tener una pareja. No logro entender los constantes cuestionamientos de por qué no tengo un hombre a mi lado.

¡Y es porque no quiero! Estoy muy bien así.

No necesito un hombre; necesito mi fe en Dios, salud, paz, una vista al mar, una fresca brisa, una hamaca, una copa de vino, un buen libro y ya.