Este año compré mi agenda para el 2019 en agosto. Sí, casi que a la mitad del año en curso. ¿Por qué? Pues porque vivo con la paranoia de que dejen de fabricar, comercializar y vender agendas de carne y hueso -digo, de papel. Y se apodera de mí un temor enorme a que me toque comprar un cuaderno doble raya para anotar y llevar el orden de mis cosas. Así que apenas veo agendas a la venta en Amazon prenso una.

Eso de apuntar en el celular no va conmigo. Número uno, en el celular no puedes tachar cosas. Y no hay nada más gratificante que tener apuntada tu lista de cosas por hacer e ir tachándolas de una en una a medida que las vayas haciendo. O al menos ponerle un ganchito a cada línea, que es en verdad lo que yo hago. Si no pones el ganchito, es como si no lo hubieras hecho.

Número dos, con una agenda no dependes de la batería, carga o electricidad para acceder a tus pendientes. Los aparatos electrónicos son traicioneros. En la época del Blackberry se me desconchinfló el celular en más de una ocasión, y en cada una perdí TODO lo que tenía ahí grabado: citas, contactos, cumpleaños y demás. Fue el apocalipsis de la información.

Otra vez me fui de viaje a un país con otro huso horario. Y al celular se le ocurrió convertir las horas de las citas que tenía apuntadas a aquellas en mi nuevo destino. ¡Fue horrible! Por ejemplo, mi hijo tenía una cita en el dentista el martes a las 4:00 p.m. en Panamá. Pero el celular decidió pasarlo a las 10:00 p.m. hora de España. Y así con todo.

Esos han sido fiascos tecnológicos que no me interesan volver a experimentar. Así que las agendas y yo nos reencontramos para nunca más separarnos. Agenda, te amo. (Inserte aquí emoticones de corazoncitos).

Cuando llego a un lugar y entrego el carro en valet parking, y me preguntan si estoy dejando algo de valor adentro del vehículo siempre respondo: “Sí, ¡mi agenda!”, entendiéndose que es algo muy valioso, si no para el resto de la humanidad, para mí bastante. Ella siempre va de copiloto con mi cartera. Claro, la cartera se baja conmigo y la agenda se queda esperando. Dudo que alguien se la quiera robar, pero que sepan todos que si algo le pasa a mi agenda, seré como un Liam Neeson en Taken. El que se mete con mi agenda, se mete con toda mi furia.

La de 2018 es rosada. Eso es otra cosa que me gusta de las agendas: vienen en diferentes colores y puedes meterle salsa a tu año usando un color para cada uno que inicia. 2019 va a ser un año fucsia. 2017 fue turquesa, 2016 rojo y 2015 dorado.

¿Ven? Cada año es diferente y así mismo deben ser las agendas. Literalmente comienzas un año en blanco, pero en colores para variar.

Puntaje: Agenda 5 – Celulares 0.