El sol no había terminado de salir en la pantalla XD con el ¡Nasumejia! que anunciaba el nacimiento de Simba, y ya mis ojos parecían goteras.
La versión animada de El Rey León es mi película favorita entre todo el mágico repertorio de Disney. La vi por primera vez con amigas cuando tenía la edad del mayor de mis hijos, y ahora estaba sentada en el cine viendo la nueva adaptación con el más pequeño de mis cachorros al lado mío.
Cuando salen remakes de películas de mi niñez o juventud, automáticamente me siento un poco más canosa. Solo por eso es más fácil que llore al verlas. Mis hijos me hacen bullying, y en vez de llorar también, se ríen viéndome a mí inundar la sala.
Aunque esta nueva interpretación la considero muy bien ejecutada y bastante fiel a la original, me mantengo parcial a la primera.
Para empezar, el elenco de voces de la de 1994 me parece insuperable. En esta Seth Rogen, Beyoncé y Alfre Woodar tienen lo suyo, pero Matthew Broderick (Simba), Jeremy Irons (Scar), Nathan Lane (Timón), Rowan Atkinson (Zazu), y Whoopi Goldberg (Shenzi), se los comen vivos. Sí me encantó que se mantuvo la extraordinaria voz de James Earl Jones para que le diera vida, una vez más, al imponente Mufasa.
Vi la película original tantas, pero tantas veces, primero con amigas, luego con mis hijos, y hasta la obra en Broadway con mi mamá, que puedo recitarla de principio a fin, incluyendo la banda sonora (nominada y ganadora de varios Globos de Oro y premios Óscar). Mi hijo de nueve años primero estaba sorprendido, pero luego ya estaba un poco irritado. Qué le voy a hacer.
Algo que me dejó pensando es cómo nuestra percepción va cambiando conforme pasa el tiempo y salimos de una etapa de la vida y nos vamos graduando de otras.
La temática de la película me gusta porque abarca con genialidad tantas emociones y conflictos humanos, pero está ambientada en las praderas africanas y con el reino animal como protagonista.
El amor de los padres, la admiración de los hijos, la envidia y la sed de poder que tienen algunos, lo preciada que es la amistad para todos, la valentía que se necesita para sobreponerse a las adversidades, son algunas cosas que destacan.
Pero en esta vuelta, lo que me dejó pensando es la célebre frase “Hakuna Matata”. Cuando vi la película a mis 20 años, me parecía una buena filosofía para adoptar. De hecho, a lo largo de los años lo he exclamado un par de veces. Pero no sé si es la sabiduría que me ha regalado el tiempo, la visión mejor enfocada que tengo, o que estaba en el cine con mis hijos y que quería transmitirles una enseñanza de peso, lo que me llevó a impartir mi pequeño sermón, ahí en la fila H.
Es verdad que la vida nos manda pruebas a todos. Debemos tener la fortaleza para cambiar las situaciones que podemos y la resignación para aceptar las que no. Pero siempre debemos tratar. Esa actitud derrotista de “ni modo”, como que no va. A veces suceden cosas malas, pero no les damos la espalda. Las enfrentamos y las superamos. Y si no, al menos tratamos. ——— p.s. Resulta que la frase inicial de la película no es Nasumejia, como llevo 25 años pensando y cantando. Es “Nants ingonyama bagithi baba”, que significa “viene un león”, en el lenguaje africano zulú.