Supuse que esto pasaría, pero cuando leí el comunicado oficial, me dolió igual. La Feria del Libro de este año quedó cancelada por culpa de la pandemia, y con eso, mi sueño de presentar ahí mi primer libro se escapó por la ventana.

A pesar de ser temido, el Covid-19 es un virus con moral: no discrimina y promulga igualdad. Le puede dar a cualquiera y sus consecuencias alcanzan a todos.

No hay una persona en el planeta que no haya tenido que cancelar, modificar o posponer sus planes. Un amigo me cuenta que su hijo dejó la piel estudiando en una prestigiosa universidad,  y ahora que culminó la carrera, no habrá ceremonia de graduación en el cual saborear ese triunfo. Otra amiga está preocupada, pues se aproxima la boda de su hija, y no sabe cómo, dónde ni si los abuelos podrán asistir. La mayoría de las personas desconoce el futuro de sus empresas, sin mencionar todas aquellas que no saben siquiera si tendrán un trabajo al cual regresar. La vida de todos ha cambiado. En medio de esta pandemia, ya no se nace ni se muere igual.

Y flotando en esta marea de incertidumbre, también estoy yo, con las llantas de mi sueño pinchadas. Por semanas siguió rodando como pudo, pero con el comunicado de la Cámara Panameña del Libro, finalmente se detuvo.

El año pasado di el primer paso hacia el punto en el horizonte en el que tenía la mirada puesta, un punto que se había ido moviendo. La idea de publicar un libro era algo que eventualmente pensaba hacer, pero ‘eventualmente’ es una fecha resbalosa que se va filtrando entre las grietas de un año al otro. Sin embargo, caminando entre los millares de libros e incontables puestos en la feria del año pasado, decidí lo que ya tenía semanas evaluando: en 2020 sería yo quien estaría firmando libros felizmente en un stand.

Mi fecha original para entregar todo el material a la casa editorial era el 15 de marzo pasado, pero el odioso coronavirus tenía que llegar a trastocar mis planes y los del resto de la humanidad. Tras meses de editar, corregir y crear, entregué todo para toparme con negocios cerrados y planes truncados.  No  hay absolutos en la vida, pero jamás hubiera creído que una pandemia sería la responsable de este caos.

No debería lamentarme, pensaba, habiendo tantas otras personas enfrentando mayores dificultades que un lanzamiento alterado. ¿Pero saben qué? Este es mi sueño, y vale igual que el de todos.

No habrá Feria del Libro, pero llegado el momento en que se alcen las cortinas y empiece la siguiente parte de esta función, estaré lista para retomar, reanudar y disfrutar mis proyectos. Entre tantas lecciones que ha dejado el coronavirus, está valorar lo que cuenta, y despreocuparse de lo que no. Adaptarse a los cambios, sin fingir que no nos afectan.

Dentro de poco, cuando imprima el libro, no firmaré ejemplares ni me tomaré fotos en un stand. Pero con el favor de D-s, tendré la satisfacción de haberlo publicado. Tal vez mi rostro estará cubierto por una mascarilla, pero atrás mi sonrisa brillará igual.