Principios de 2020. Un virus letal se estaba dispersando por todo el mapa, haciendo estragos en pulmones y vías respiratorias.
En esos primeros meses del covid 19, cundía el pánico. Los habitantes del mundo, temerosos, se atrincheraban en sus casas.
Aún así, las fatalidades se elevaban vertiginosamente. El protagonista de este relato, un señor que rozaba en ese entonces los 90 años, fue uno de los incontables afectados que llegó al hospital, luchando por su vida, tratando de respirar.
Los médicos hicieron lo posible, pero aun así, fue necesario conectarlo a un ventilador. Sorprendentemente, al cabo de algunos días, su salud fue mejorando. A pesar de lo entrado en años, vivió para salir del hospital y contarlo.
Sin embargo, su alegría se mojó con lágrimas. A la hora de pagar la cuenta, el señor empezó a llorar a raudales.
Su doctor de cabecera, al percatarse de la conmoción, se acercó para tranquilizarlo.”No se preocupe”, le dijo. “Su seguro se hará cargo. No se ponga así, que le hace daño”. Nadie imaginó lo que el anciano respondería.”No lloro por el dinero que debo; puedo pagarlo todo”, explicó. “Lloro porque por 87 años he respirado sin pagar un centavo, y ahora -por utilizar un ventilador algunos días-, tengo una deuda de miles de dólares. Me doy cuenta de que nunca me tomé la molestia de agradecer por el aire que me mantiene vivo”.
Qué mensaje tan profundo, uno que vale la pena enmarcar. No pasemos por la vida, sin tomarnos el tiempos de apreciar los innumerables milagros que nos mantienen con vida.
Por cada respiro y suspiro, gracias.
(Historia narrada por el rabino Ariel Mizrahi).