Primero pensé que me estaba hablando a mí. Después pensé que estaba hablando solo. Y por último me di cuenta de que mi hijo tenía unos audífonos puestos y estaba hablando con alguien más en algún otro lado del territorio nacional, o tal vez del mundo entero.
La silla de la sala familiar ya está posicionada frente al televisor en el ángulo exacto, el abanico de piso (dos metros más atrás) situado para que el aire le caiga justo encima, los controles al alcance, y por ahí cerquita el basurero (para no tener que pararse), porque le advertí que la próxima vez que yo encontrara un paquete de papitas vacío en el piso, iba a desterrarlo de ahí para siempre.
Así transcurren las cosas con uno de mis hijos, de 14 años. Cuando pillo al otro, de 17, estacionado frente al televisor, la mirada clavada en la pantalla (de manera que casi ni parpadea, ni siquiera cuando estornuda), la conversación es algo así:
Yo: Hola rey, ¿cómo te fue? Hijo: Lootea Yo: ¿Qué? Hijo: Le quité el escudo Yo: ¿Ah? Hijo: ¡Vamos a rushiar! Yo: ¿Me estás hablando a mí o qué? Hijo (dándose cuenta que mi buen humor natural está mutando a la impaciencia y enojo): Espera, espera, estoy en la mitad de un juego online. Dame tres minutos… (pero todavía no ha despegado los ojos de la pantalla ni girado el cuello hacia mi dirección para determinar mi existencia).
Después de este intercambio no sé si enojarme, rascarme la cabeza, buscar un diccionario, o enojarme un poco más. No entendí nada; solo sé que la cena está servida y estos chiquillos no vienen a comer por estar absortos en este juego del Playstation, que los tiene físicamente en mi casa, pero sus cerebros a millones de millas de distancia.
Me imagino que esta escena, igualita, se está desarrollando en otras casas, con otros niños que tampoco quieren cenar, dormir, salir, hacer tareas, etc.
He regulado su uso; en un par de ocasiones hasta he tenido que desconectarlo y esconderlo con todo y cables. Pero qué hago, mis hijos me superan en número y argumentos, y el aparato siempre regresa.
Este es el mundo de Fortnite. Al principio escuchaba a mis hijos mencionando el juego, y no comprendía qué es lo que estaban diciendo. ¿Forknife? ¿Force Night? Ahora ya sé…