Ayer estuve de cumpleaños y me afiancé un poquito más en el cuarto piso. Me gustan tanto los cumpleaños que no me importa pagar el precio, que es ponerme un año más viejita, o como prefiero enfocarlo, un año menos joven.
Hay mujeres que se deprimen conforme van sumando velitas a su pastel, pero eso a mí no me hace ni fu ni fa: no me traumé cuando cumplí 20, 30 ni siquiera cuando llegué a los 40. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de cuando la gente querida en mi entorno llega a números especiales en sus propias vidas. Creo que tal vez eso se debe a que en mis cumpleaños estoy muy ocupada comiendo cake, leyendo tarjetas o abriendo regalos, y en los ajenos no estoy haciendo nada.
Por ejemplo, cuando cumplí 40, para mí fue la celebración más alegre por lejos. Había pasado momentos muy duros entre mis 37, 38, 39 y había decidido que los 40 no me iban a sorprender con el maquillaje corrido. Me iban a encontrar con la casa en orden y mi vida resuelta. Y aquí estoy, cuatro años más tarde, feliz como una perdiz.
Ahora, cuando mi hermana mayor cumplió 40, eso sí fue terrible para mí. Obvio, nunca se lo dije, pero pensé; “ahora sí, nos estamos yendo para la M. Es el principio del fin. Es la primera en llegar a la tercera edad; seguimos los demás en expreso y sin escalas”. Lo que pasa es que uno está ocupado viviendo su vida, así que no repara en el paso inescrutable del tiempo, pero cuando ves a los demás, te pone las cosas en contexto.
¿Pero saben qué es peor que tu hermana mayor cumpla 40?, ya les digo, que tu mamá cumpla 50. Cuando mi mamá cumplió 50, hace ya un tiempo atrás, que no voy a divulgar para que no me mate, entre mis hermanas y yo le organizamos un almuerzo para celebrar este hito. Mandamos a hacer unas invitaciones todas lindas, pero nos enredamos un poco tratando de decidir qué poner en el texto. Algo que sonara alegre, pero con madurez. Que fuera jubiloso, pero que no sonara a quinceaños. Al final creo que pusimos algo que hablaba de la “edad de las satisfacciones” y alusivo a los “años dorados”. ¡Qué diablos, mami, perdónanos! No sé en qué estábamos pensando. En retrospectiva, eso sonaba a batitas, mumús, mecedoras, lana y palitos de tejer. Si los 50 son la edad dorada, pues se me acabaron los colores para los 70 y los que siguen…
Pero lo que le gana a todos los ejemplos anteriores, es cuando tu hijo mayor cumple 18 y saca cédula. Con eso sí sentí que estaba rozando la tercera edad. Así pues, te vas dando cuenta de que los años corren, las cosas cambian, los hijos crecen y la vida pasa. Por eso, celebro y disfruto cada cumpleaños.