El diccionario de la Real Academia define acontecimiento como “un hecho o suceso, especialmente cuando reviste cierta importancia” e inútil, como “no útil”. Hay otras definiciones de esta última palabra, pero no vienen al caso. Y no puedo usar la palabra inútil sin acotar que mi mamá dice con frecuencia que era, en el universo de mi abuelo, un insulto muy grande.

El otro día conversaba con una buena amiga sobre cualquier cosa y de repente fuimos a parar a esos recuerdos que me visitan sobre asuntos que pueden ser, simultáneamente, de poca o mucha importancia. En algunos casos ocurren como un evento común y corriente y con el pasar de los años uno va descubriendo que realmente fueron grandes… o no.

Todo empezó porque mencioné que había tenido la gran suerte de ver a la grande de las grandes, Anita Villalaz, declamar la poesía Patria en lo que fue, creo yo, una de sus últimas apariciones en público. Le rendían homenaje en el Teatro En Círculo (me parece recordar que el gobierno le entregaba alguna condecoración, pero fue hace tantos años que no lo tengo claro). Lo que sí aparece en mi memoria, como si fuera aquella noche, es ver a ese personaje ponerse de pie y entregarnos una de las rendiciones más bellas que he disfrutado de la conocida poesía.

Halamos la punta de ese ovillo y ni para qué les cuento todo lo que vino después. Se imaginarán que no faltó el cuento ─con pelos y señales─ de cuando estuve de cuerpo presente en un show de Elvis en Las Vegas en el año 1972. Ahí cerquita del escenario pues era un local relativamente pequeño en algún hotel de la ciudad de los pecados. Entiendan que en ese momento no aprecié aquellas gotas de sudor que me cayeron encima ni le arrebaté a ninguna gringa escandalosa la bufanda blanca que tiró al público. Vine a comprender la importancia de aquel ídolo mucho después.

Ya para cuando me invitaron a un show de Samy Davis Jr., y a ver Camelot con Richard Burton (viejo y casi sin voz) estaba mucho más consciente de cuan suertuda era de tener estas oportunidades. Si voy más atrás, siendo apenas una medio adolescente, porque no podría decir que lo era completa, y repaso la lista de artistas que pude ver actuar en Broadway, porque mi mamá siempre ha sabido de eso, y entiende que para los matiné casi siempre se consiguen boletos y a mejor precio, ni yo misma me lo creo. Frente a mis ojos alguna vez desfilaron Dany Kaye, Lauren Bacall, Phyllis Diller, el elenco original de Violinista en el Tejado y la primera versión de Jesucristo Superestrella, entre otras cosas y personas.

Se me escapan muchos eventos afortunados que en principio suenan inútiles ─y posiblemente lo sean─, pero que puestos en perspectiva a través del tiempo han sido por sí solos acontecimientos aun cuando esté tentada a llamarlos inútiles. En resumidas cuentas, como dice mi amiga Chelle, uno debe caminar por la vida con los ojos abiertos, no vaya a ser que por andar distraída se nos escape algo que años después sea buen tema para una conversación de sábado por la tarde con una buena amiga. O, se sume al anecdotario que se comparte con los nietos, aunque ellos ni entiendan ni les interese. Al final, es cómo uno comparta el cuento lo que hará la diferencia. Digo yo.