¿Han notado ustedes que las cosas nuevas tienen siempre un olor peculiar? Me parece interesante. Y aún más interesante me parece que muchas veces lo mantienen por años de años a pesar de haber dejado atrás lo de “novedad”.
Interesante es también que este aroma sea tan distintivo que una persona con solo entrar a un lugar puede decir… “aquí huele a carro nuevo”. ¿Cómo será ese olor? Un poco de cuero con media onza de plástico y una pizca de lana de alfombra. Es tan popular esta fragancia que hay compañías que se dedican a estudiarla y tratar de replicarla. ¿Qué les parece eso? Y allí viven expertos tan expertos como los que diseñan los perfumes más exclusivos del mundo.
Y qué me dicen del olor a “gente nueva”, es decir aquel que tiene la mayoría de los recién nacidos y que creo recordar que les dura solo hasta el día en que empiezan a moverse por el piso y sudar. Ya para los dos años sus aromas pueden entrar en la categoría de “chivito” y ni hablar de los varones cuando entran a la escuela. Eso si es una mezcolanza tremenda. A mí las escuelas de hombre -que por cierto ya casi han desaparecido- siempre me olieron a sudor con galleta María. Vaya usted a saber por qué.
Uy…. Y el olor a casa nueva es maravilloso, no solo por lo agradable que es sino por la sensación de bienestar que a uno le causa poner pie en este sitio que desde ese momento en adelante se llamará hogar y que uno puede acomodar -o desacomodar- a su antojo. Y si esa casa califica como “propia” mejor la cosa.
Igual ocurre con el maletín para el colegio que es probablemente la pieza cuyo olor a nuevo más rápido desaparecerá gracias a las arrastradas que se le dan desde temprano en su vida, mezcladas con el pedazo de sándwich que se quedó por ahí rezagado un par de días -o de semanas-, el chorrito de jugo de maracuyá, la mancha de tinta y los retazos de puntas de los lápices. ¡Ajá! Todo eso y más forma parte del olor de una mochila escolar. Y a mediados del siglo XX había que sumarle el olor a cuero de las maletitas traídas de Costa Rica y que todos matábamos por tener sin importar que pesaran un montón y solo le cupieran dos cuadernos.
Supongo que los almacenes nuevos también tendrán un olor característico, sin embargo, no son destinos que visito con frecuencia así es que prefiero no calificarlos, no vaya a ser que meta la pata y diga que huelen a vainilla cuando en realidad el aroma que predomina es la canela o cualquier otra cosa.
Y no quiero terminar sin mencionar el delicioso olor de un arbolito de Navidad recién abierto y colocado en un lugar privilegiado de la casa, aunque esa fragancia es tan especial que seriamente creo que está en otras ligas y no debemos confundir peras con manzanas.
Y, todo esto se los cuenta una persona que cuando se repartieron los cinco sentidos a mí, el del olfato, no me lo dieron, o me lo asignaron en su mínima cantidad así es que les hablo del tema más bien de oído porque no está prohibido aprender de otros.
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