Sin ánimo de ofender a nadie, me pareció muy cierta su afirmación, porque de TikTok, Instagram, Facebook (no, Facebook, no porque les parece que es para los viejillos), TED talks (creo), YouTube, plataformas de streaming, en fin, para todo lo que venga del “cielo” están pilas, pilas, es para las cosillas de la vida real que se nos pierden un poco.

Ya poco efectúan compras en sitios reales de esos a los que uno entra, pasa ganchos, se mide camisas y sale sin nada. No sé cómo le hacen, pero saben qué tamaño son en cada una de las ochocientas mil marcas de zapato que existen en la virtualidad de sus computadoras. ¡Y qué digo computadoras, si ya casi ni las voltean a ver porque todo lo hacen en el teléfono celular!

He notado que saben ir a restaurantes con frecuencia, aunque, pidiendo a domicilio, también son unos cracks, mientras que los mayorcitos todavía disfrutamos preparando alguna cosa para cenar en casa sin pensar en que podemos terminar con las manos hediondas a cebolla porque conocemos varios trucos para espantar el olor.

Y no es que nosotros no sepamos viajar por las ondas cibernéticas, algo conocemos, quizás no tanto como nuestros hijos y nietos, pero analfabetos tecnológicos no somos. Lo interesante es que podemos perdernos en la web sin dejar de tener los pies sobre la tierra. Seguro tenemos esa capacidad porque hemos caminado descalzos por unos buenos años sin que fuera el fin del mundo. De niños recorrimos patios y jardines sin zapatos como locos disfrutando de sentir la hierba fresca entre los dedos… y a veces el lodo también y más adelante quienes optaron por ser hippies de verdad, verdad soltaron el calzado hasta para recorrer calles de grandes ciudades que no se caracterizaban por el aseo regular. Y todavía hoy en día hay quienes están “inscritos” en la cultura de andar descalzos siempre.

Como nosotros no teníamos la posibilidad de gugulear nuestros interrogantes por fuerza teníamos que apoyarnos en la observación, es decir teníamos que estar atentos a lo que ocurría a nuestro alrededor. Un poco como cuando a uno le enseñaban a manejar y la primera lección incluía un estar dentro del carro detenido mirando para todos lados e informando qué veíamos a nuestro alrededor.

Esa destreza le sirve a uno para todo y es así como saber qué hay en cada fila del supermercado es algo que viene natural, igual que recordar en qué almacén se consigue tal o cual cosa o replicar la forma como la abuela le ponía mantequilla al pan a pesar de que la abuela se murió hace 50 años.

Hay un fenómeno que vengo notando desde hace un tiempo y es que como los jóvenes se han acostumbrado a que Google les resuelve todo el día que se toma la tarde libre la vida se les vuelve un guacho y en esas ocasiones recurren a los “gúgules” de carne y hueso, los viejillos. Yo feliz porque mientras comparto información confirmo que para algo nos ven útiles.