Iniciando la pandemia en 2020 y al ver que nos pasábamos la mitad de la vida apretando teclas en los celulares propuse que nos habláramos por teléfono. Así por lo menos podríamos escuchar las voces de nuestros seres queridos y de los no queridos también, pero voces al fin.

Entran los programas de videoconferencias en escena y… bueno, ya saben todo lo que surgió con eso. Que si mi Internet es lento, que si la imagen no se ve clara, que si la voz se escucha lejana y otros detallitos que hacían que la experiencia no fuera óptima, pero al menos, mejor que ni ver ni escuchar que es lo que producen los chats.

La humanidad entera teletrabajando. El sistema nos permite obedecer a los estrictos confinamientos y, de alguna forma, protegernos del dichoso virus. Pero al final del día todo el mundo igual de agotado que si hubiera salido a batallar con el tráfico para llegar y salir de su oficina “presencial”.

Las tiendas virtuales se multiplicaron por mil, los servicios de entrega a domicilio igual —espero que permanezcan porque son lo máximo y ayudan con el infernal tráfico— y todo cambió, en algunos casos para mejor y, por supuesto, que en otros para peor.

Con el correr de los meses la situación empezó a retornar, en algunos aspectos, a su forma original. Nada ha vuelto a ser exactamente como antes, pero paso a paso vamos creando el universo en el que probablemente nos tocará vivir de aquí en adelante.

Entre las cosas que he notado —ojo que a lo mejor siempre ha ocurrido y yo no me había dado cuenta— es que se dan largas conversaciones por las redes. Alguien publica algo y uno de sus seguidores hace una pregunta relacionada con la publicación: cualquier cosa, no sé ¿dónde compraste los zapatos? El dueño de la publicación original comparte el lugar donde obtuvo el producto o no, porque ya saben que a veces uno ni se acuerda. Llega otra pregunta/comentario con su respectiva respuesta y así por un buen tramo.

A mí, personalmente me fascina ser testigo de estos intercambios, ya sea que me involucren o no y entiendo perfectamente la razón por la cual surgen. Muchos tienen seguidores a quienes no conocen y no tienen la forma de comunicarse con ellos de forma directa. A menos, claro está que estén pidiendo un precio ante lo cual “el vendedor” contesta: le escribimos al DM (direct message). Fíjense que eso no lo entiendo. ¡Ya, dale el precio a la persona y punto! Si algún competidor lo tiene más caro, o más barato, el comprador a la larga lo va a descubrir. Es como si Amazon listara sus productos sin precio y cada vez que uno se interesa por algo Amazon contesta que te mandará la información al DM. Perdonen, pero no funciona.

Aquí releyendo este texto, a ver si no se me fue una z mal puesta, no puedo evitar que me ataque el deseo ferviente de que el comercio virtual se siga fortaleciendo porque francamente me fascina el sistema. Cierto que las plataformas se pueden mejorar, pero tengamos paciencia y sigamos comprando por Internet localmente ya que eso será lo que traiga como resultado cada día mejor servicio. Yo, por ahora, concentrada en las conversaciones por Facebook.