No sé si ustedes habrán notado que hay momentos en la vida en que los días se hacen cortos -y no me refiero a esos días de invierno en que la noche llega prematura y parece no irse nunca-, sino a los días normales, llenos de luz y sol que sencillamente parece que alguien les robara horas.

Por ejemplo, a partir del mes de noviembre de cada año -en Panamá- los días parecen tener 10, máximo 12 horas. No bien empieza uno con la lista de pendientes, que el día se despide y queda uno trabajando hasta la madrugada. Y no es porque uno se levantó tarde de la cama ni porque se quedó perezeando después del almuerzo, no señor; el tiempo transcurrió en un movimiento continuo de un lado para otro. Es un fenómeno extraño, pero se repite una y otra vez.

Por ejemplo, cuando mis hijos estaban en edad escolar, esto solía pasarme como entre marzo y abril. ¿Cierto que ustedes también forraron cuadernos de kínder y primer grado a las 3:00 de la mañana? Yo era egoísta con mis horas y les asignaba a cada uno de mis hijos sus respectivas tareas a ver si así con la devolución de horas el día me rendía más, pero era inútil.

Algunas de mis amigas me lanzaban miradas de “mala madre”, pero eso nunca me ha quitado el sueño. Si yo aprendí a forrar libros y cuadernos en segundo grado y de allí en adelante me tocaba procesar los míos, y luego seguir con los de mis hermanos más jóvenes (hasta que ellos aprendieran), mis hijos también lo podían hacer. Nada como enseñar al ser humano destrezas. No como ahora que los pobres padres de la tercera y cuarta edad todavía andan por la vida haciendo todo por sus hijos adultísimos. Pero ese será tema para otro día.

Lo raro con este fenómeno es que no solo los días -es decir las horas de luz- se hacen más cortos, sino que las noches también. Es como si la Tierra se acelerara y diera esa famosa vuelta sobre sí misma en 10 horas en lugar de en 24. ¿Ven por dónde va la cosa? Yo, personalmente, no le he encontrado solución. Lo que sí he logrado es predecir cuándo ocurrirá el fenómeno. No bien he salido de la cama, que me ataca esa especie de premonición/presentimiento que casi siempre termina siendo cierta. Y créanme que yo hago todo lo humanamente posible para romper con el maldito ciclo, pero no lo logro. Cuando el día pinta corto al amanecer generalmente es corto.

Uno se imaginaría que una sucesión de días cortos le da a uno más días. Sería lo lógico. Como cuando uno divide una barra de mantequilla, entre más pequeños los trozos, más trozos. Según ese cálculo, los meses llenos de días cortos deberían tener… no sé… 35/36 días en lugar de 30 o 31. Pero NOOO… el calendario nos da la misma cantidad de días, solo que pequeñitos.

Solicito atentamente a todos los Einsteins del mundo que si logran descifrar esta ecuación me avisen por favor; estoy desesperada. En realidad, lo que quiero que me expliquen no es por qué sucede el fenómeno, sino que me digan cómo arreglar el calendario para que quede como siempre, con sus días normalitos de 24 horas.

Gracias.