Al igual que la Tierra con su geografía, el cuerpo humano también tiene su mapa. El verdadero, con destinos como codo, hombro y rodilla, y aquel que usamos para indicar un área general. Por ejemplo, te vas a retratar y le dices al fotógrafo solo tómame “de la cintura para arriba” o un buen bailarín sabe moverse “de la cintura pa’ bajo”. ¿Ya más o menos entienden a qué me refiero?

Entonces, en estos días en que uno empieza tímidamente a sacar la cabeza fuera del Covid-encierro hay ciertas costumbres que vamos a tener que cambiar de forma radical. Algunas se adoptarán fácilmente pues vienen casadas con algún decreto que instituye su obligatoriedad, pero hay otras –muchas de las cuales se derivan de las anteriores– que vamos a tener que ir desarrollando con la práctica.

Maquillarse, por ejemplo, ya no se hará igual que antes dado el hecho de que la mascarilla debe llevarse puesta casi que en todo momento. Podemos removerla para entrar a la regadera y dormir y esas cosillas, pero el resto del tiempo “mascarilla time”. No crean que me molesta, de hecho, no entiendo la algarabía que han formado con esta necedad. Uno se la pone y ya. No es como que a uno lo metieran en una camisa de fuerza. Yo, personalmente, ni me doy cuenta de que la llevo puesta la mayor parte del tiempo.

Volviendo al maquillaje. Se embadurna uno con la base, polvo, blush, lipstick y demás emplastes, se traba la mascarilla y hasta ahí llegó el arte. Todo se muda del rostro al interior de la mascarilla y si teníamos intenciones de removerla en el destino para vernos bellas… no ocurrirá. Especialmente difícil es el manejo del lápiz labial… ¡Oh Dios, primera vez que uso esas palabras para referirme al lipstick!

Yo, aquí pensando cómo resolver este embrollo, llego a la conclusión de que lo más eficaz será sencillamente maquillarnos “de la boca pa´arriba”… mmm… en realidad “de la nariz pa´rriba”, pero la primera suena mejor.

Para la próxima vez que me toque salir dedicaré tiempo al maquillaje de ojos. ¿Qué les parece? A fin de cuentas, llevo años escuchando que los ojos son el espejo del alma, que delatan nuestros pensamientos, que son la facción más hermosa de la cara, es decir, el punto focal del rostro. A menos, claro que se trate de una Angelina look alike en cuyo caso sería la boca. Yo podría entrar en este grupo pues la mía no es exactamente pequeña.

Otra cosa que vamos a tener que practicar es hacer muecas con los ojos. Con la boca somos expertos, pero ya han visto que por ahora “cancelado, cancelado”. A mí esto me parece fabuloso pues siempre he sido buena descifrando a mis interlocutores por la mirada. En la mayoría de los casos pudo saber si están tristes, contentos, hablando mentiras o siendo honestos por la forma en que se conducen sus ojos. Y así como a modo de jodedera me empiezo a imaginar las conversaciones en tiempos post-mascarilla. Los ojos saltando de arriba para abajo y la boca abre, cierra, tuerce, ríe. Me luce el mundo estará lleno de payasitos sin maquillaje. ¡Qué divertido! Me preocupa que haya conflicto entre los mensajes que proyectamos de la boca pa’ bajo y aquellos que salen de la boca pa’ rriba, pero ya aprenderemos a leer el nuevo idioma. Todo es cuestión de práctica.