El día y la noche, imagen común, conocida por todos, con significados tan variados como quienes la visualizan frecuentemente. Para algunos es la forma de comparar personas y/o situaciones que se ven opuestas, algo así como blanco y negro, gordo y flaco, rubio y moreno, etc. ¿Me entendieron, cierto?
Recientemente, he conocido muchos casos de personas que frente a las vicisitudes que enfrentan en su diario vivir caen en estados de melancolía, depresión, tristeza y todos los sinónimos. Veo que en cierta forma se sienten como si permanentemente fuera de noche, estuviera oscuro y sin esperanza de ver salir el sol. Algunos lo comparan con entrar a una cueva, igualmente oscura como la noche.
Entiendo que se deben sentir oprimidos y muchas veces sin salida posible de estos estados. Entiendo que debe ser horrible y entiendo también que muchas veces la situación está fuera de su control. Sin embargo, no puedo dejar de pensar también que por más larga que sea una noche, siempre la sigue un día.
En otras palabras, nunca vivimos solo de día ni solo de noche. Y así debe ser pues un día eterno tampoco es agradable. Imagínense ustedes no poder disfrutar jamás de las estrellas o de una luna llena maravillosa, de esas que los esposos de las mujeres de mi familia dicen que ocasionan que nos salgan colmillos de lobo y otras atrocidades, cuando en realidad solo nos ponemos un poquito más mandonas que de costumbre.
Imagínense lo que sería tratar de dormir como si tuviéramos una lámpara encendida frente a la cara. Hago un paréntesis porque tengo que compartirles que yo tengo la buena fortuna de poder dormir de día, con una lámpara encendida frente a la cara, con el ruido de una discoteca, con la televisión a todo volumen. ¡Pobre de mi marido!
Lo que intento con estos parrafitos es darle algo de esperanza a todos aquellos que han concluido que viven en el mismo estado permanentemente. Es imposible que sea siempre de día o siempre de noche. El universo no funciona así. Entonces, el asunto es que siempre debemos mantener viva la ilusión de que nuestros humores irán de la noche al día y viceversa permitiéndonos una vida plena y en paz.
Por otro lado, no debemos temer a la oscuridad. Ya somos grandes, ya sabemos que no hay un monstruo debajo de la cama y que el baño está desocupado esperándonos sin otros inquilinos detrás de la cortina de la regadera. Aprovechemos la noche (de la vida) para enfrentar nuestros miedos, para confirmar que podemos salir adelante con tan solo repetirnos “en un rato será de día”.
Y así, antes de lo que imaginamos, veremos salir el sol y nos sentiremos empoderados, valientes y llenos de fortaleza para vivir el día a plenitud, sin exagerar pues las energías nos tienen que durar para los noventa y puf de años que pretendemos vivir. Abracen su noche y amen su día. Ellos son buenos amigos y cuchichean entre ellos. De esas conversaciones siempre sale alguna sorpresa positiva. Digo yo.