Ya sé, suena como algo que me he inventado yo, pero no, es una marca de automóvil que realmente existió y en mi casa hubo uno. Era un carro diminuto, no, más bien microscópico.
No recuerdo de qué color era ni por dentro ni por fuera solo que mi mamá se lo había regalado a mi papá. Raro, pues mi papá solo sabía andar en jeep. Cuando los jeeps eran jeeps. Siempre verdes, cuadraditos y brincadores. Los únicos asientos que miraban hacia adelante eran el del conductor y el de su vecino, pues detrás lo que había eran dos asientos largos que se miraban uno a otro y que se subían contra la ventana y se amarraban con una correa para hacer espacio para las cosas que normalmente se cargan en un jeep.
No recuerdo jamás haber ido a ningún lado en ese auto y, mientras escribo esta pieza, es muy tarde para llamar a mi mamá y preguntarle esos detalles. La fama del Goggomobil nace a raíz de su incendio. Sí pues, fue su muerte la que lo hizo memorable. Y eso sí lo recuerdo muy bien. Creo. Y digo creo porque yo era bastante niña cuando ocurrió el incidente.
Uno de los muchachos que trabajaba con mi papá acababa de llegar en él y de repente… chispas. Como el terreno donde estaba la casa donde vivíamos era quebrado, la sala y comedor quedaban elevados en columnas y debajo estaban los garajes. Se imaginan que había que actuar rápido así es que entró el muchacho, quitó el freno y mientras sostenía la puerta abierta agarró el timón y empujó el carro hacia afuera. El motor estaba en la parte posterior del carro. El terreno quebrado ayudó a que se deslizara bastante rápido, casi hasta la cerca, más exactamente donde estaban los tallos de plátano. Ya instalado en la lejanía ardió cómodamente hasta consumirse por completo. Tuvimos un par de días para inspeccionar el siniestro antes de que su cadáver fuera removido para siempre.
Fue todo un evento del que se habló por años con cierta ironía. Más que por el incendio, por su llegada a nuestra casa. Seguro que si hubiera tenido sentimientos se habría sentido como cucaracha en baile de gallina, pues no combinaba para nada con nuestro estilo de vida y, considerando que para esas fechas ya éramos cuatro los hijos que llenaban los cuartos de la casa, difícilmente se podía usar como transporte familiar.
Pero lo que sí tenía era un nombre de lo más divertido. Y pensar que no tuvo nada que ver con la moda a-go-go. A más de 60 años de su defunción ocasionalmente el cuento regresa como hoy, por ejemplo, que sin más ni más de repente me visitó su imagen y no me quedó más remedio que compartir mis recuerdos con ustedes como suelo hacer.
Mañana sin falta interrogo a mi mamá para que complete las lagunas que han aparecido de repente en esta historia. Debe ser que como Frank Sinatra me está haciendo ojitos desde el Spotify no logro concentrarme en la tarea que me ocupa. Creo que los dejo por ahora y sigo con “The way you look tonight”.