Hace poco puse una foto en Instagram luciendo un bello collar de los que hace mi hija Ximena en la que aparecía también más abrigada que un esquimal… bueno en términos relativos para el clima de Panamá. Aparentemente, el comentario del frío despertó la curiosidad de muchos así es que me tocó ver la foto varias veces para contestar.

Cada vez que regresaba a la imagen y veía el ´jacketsito´, bastante tropezado por la vida, por cierto, se agolpaban en mi mente pedacitos de mi vida que me acompañan desde el 2010. Claro que no son los únicos pues ya me conocen y saben muy bien que no soy de botar ni cosas ni recuerdos. Ya le he dicho a mis hijos que vayan ahorrando para comprar un camión compactador en el que puedan echar todas mis posesiones el día que patee el balde. Aunque, no descarto la esperanza de que se detengan a leer alguno de mis papelitos y frente a el se pregunten qué estaría pensando o sintiendo cuando lo guardé.

La historia del ´jacketsito´ es bastante normal. Cuando iba a iniciar mi Camino hacia Santiago de Compostela una de mis hermanas me lo mandó así como un porsiacaso y bien enterada de que soy friolenta, incluso cuando hace calor. Es un abriguito Columbia de fleece ni muy muy ni tan tan, pero son los mejores pues al son que le toquen bailan.

Se podrán imaginar que empezó a caminar conmigo desde que subí al avión pues no existe aparato alado en el que no me muera de frío. Es un lío, sobre todo si el destino final es el desierto del Sahara u otro lugar caliente como el infierno, pero ya he aprendido a manejar el asunto.

Llegando a Roncesvalles, el punto de inicio, llovía y hacía frío. La mañana de mi primer día de camino: lluvia y frío. Hubo varios días de mucho calor, pero como yo salía al alba para asegurarme cama al final del día, empezaba siempre bien abrigada. En total fueron treinta y cuatro días de Camino y cuarenta fuera de mi casa y el ´jacketsito´ siempre conmigo. Llegando a Panamá no sabía cómo salir sin él, pero me acostumbré a dejarlo colgado.

Se podrán imaginar que desde 2010 a esta parte he revisado y sacado cosas de mi closet, seguro no tantas como debería, pero una que otra, y siempre surge la disyuntiva de qué hacer con el ´jacketsito´. Quizás ya no está tan suavecito por encima como en sus buenos tiempos, pero va con todo, abriga, me queda, en fin, no veo razón para deshacerme de él.

Sé que llegará el momento de la despedida, es la ley de la vida, pero por ahora seguirá en mi closet y saldrá ocasionalmente. Y cada vez que salga me recordará todos los kilómetros que caminó conmigo, todas las noches que me abrigó en los albergues, todas las tardes que me acompañó a conocer los pueblitos donde pernocté, las misas que escuché, las lágrimas que derramé, los higos del camino que se albergaron en sus bolsillos y muchas cosas más. Nunca pensé que en un abriguito se pudieran guardar tantas cosas.


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