El otro día leí una noticia que decía que una madre se rehusaba eliminar los piojos de la cabeza de su hija porque era vegana y no podía eliminar un ser viviente. Eso le trajo todo un rollo con la vecina que tenía una niña que cruzaba a jugar con su hija y temía que se le pegaran. Ni hablar que en las redes fue un furor.
Frente a esta situación, me vinieron a la mente todos los métodos que alguna vez conocí pera eliminar lo que comúnmente conocemos como pestes, llámese ratones, moscas, mosquitos, cucarachas y otro pocotón de animales que de una forma u otra nos importunan. Por supuesto, que entre los primeros llegaron a visitarme las trampas para ratones. Eran unos artefactos horribles que no solo mataban a los ratones de una forma muy sangrienta lo cual hacía disponer del cuerpo del delito una tarea muy desagradable, sino que al “montarlos” nuestros propios dedos corrían peligro de ser cercenados.
Eran algo así: una tablita de madera de mala calidad en la que aparecía un dibujo en rojo, o la marca del fabricante o no sé que más. Sobre la tablita una pieza de metal con una puntita que sobresalía en el que se prendía la carnada, un alambre recto y uno en forma de U que era, o es porque estas trampas todavía se usan, el arma asesina. El alambre en forma de U se retrotraía y encima se ponía el alambre recto que trababa en una mini uñita en la pieza de la carnada. Así cuando el ratón se acercaba a comerse la carnada se soltaba el alambrito y chacatán caía la pieza en forma de U con fuerza incontrolable sobre la víctima. Se podrán imaginar la masacre. Aunque a veces ocurría que el ratón se robaba la carnada y no caía en la trampa.
Por otro lado, y como todos sabemos, en el mes de mayo la invasión de moscas es algo in-so-por-ta-ble así es que en toda casa había uno o varios matamoscas. En los tiempos “antiguos”, eran como de mallita de colador con un borde como de sesgo cosido alrededor. Todos íbamos a la universidad de matar moscas a perfeccionar la técnica para que no se escaparan. Había que llegarles por detrás muy sigilosamente y en silencio colocar el matamoscas sobre la víctima. De un solo suac rápido y contundente se debía eliminar la mosca. Más adelante, salieron unos papelitos engomados se colgaban por todos lados y que traían un olor o algo que atraía a las moscas que al acercarse se quedaban pegadas. Al igual que disponer de los ratones muertos, era muy desagradable encontrar los papelitos engomados llenos de moscas. Todavía existen.
Y con goma hay también trapas para cucarachas y hasta para ratones. ¡Qué horror! Mucho más higiénicas resultan las lámparas esas con luz morada que electrocutan a los mosquitos. El único inconveniente es que hay que aguantarse el zumbido de la electrocución una y otra vez. Por esa onda veo que han inventado aparatos que funcionan con ondas sonoras que supuestamente solo les molestan a las plagas y no a las mascotas. Hay que ver porque en nuestras casas con paredes de bloques pocas cosas traspasan.
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