Cuando yo tenía escasos tres meses de andar rondando por esta tierra, en Los Ángeles, California, nació mi primo Niels Winther. Su madre era prima hermana de mi papá y siendo él hijo único siempre quiso mucho a sus primos y la tía Baby, como la apodaron desde niña, no fue la excepción. Llámese casualidad o lo que quieran, pero además llevaba el mismo nombre que mi mamá, Carmen.

La distancia no permitió que nuestro “encuentro” fuera inmediato, pero apenas su mamá empezó a llevarlo a su otra patria a visitar a sus abuelos, mis hermanos mayores y yo conocimos a este fulito graciosísimo que hablaba una lengua que no entendíamos. De alguna forma nos comunicábamos.

Años después, cuatro o cinco más o menos, nosotros fuimos a vivir a Los Ángeles porque mi papá estaba tomando unos cursos. Esa estancia fortaleció nuestros lazos familiares tanto que él, de adolescente, pasó temporadas más largas en Panamá y mi hermano Fulo igualmente tuvo la dicha de pasar unas vacaciones largas con los Winther.

Ahora bien, mi reencuentro con él definitivamente ocurrió cuando mi hermana Ati y yo nos fuimos a estudiar internas a una escuela en Orange, California. Su familia vivía lejos, pero sabíamos que los teníamos cerca para lo que se pudiera necesitar.

Hace unos siete años, Niels tuvo la brillante idea de viajar a Panamá con su esposa Lori, sus tres hijos, los cónyuges de aquellos que los tenían y los nietos nacidos en aquel momento. Llegó a celebrar su cumpleaños, un 28 de diciembre, y a pasar las fiestas de Año Nuevo. Por supuesto, que se inventó otras aventuras porque así era él; le sacaba el jugo a la vida. Gracias a esa visita el contacto familiar se extendió a toda la tropa de allá y de acá. Estamos hablando de los biznietos y tataranietos de los primos originales.

Pero la vida puede ser traicionera y sin avisar y luego de una cortísima y misteriosa enfermedad Niels nos dejó el 19 de febrero. En Estados Unidos los funerales no se celebran inmediatamente como en Panamá por lo que dos de mis hermanos y yo tuvimos oportunidad de viajar y acompañar a la familia para la despedida, que fue un evento conmovedor.

Él, aparte de ser contador de profesión, pertenecía a la reserva del cuerpo de policía local por lo que le rindieron honores a nivel de héroe, porque eso es lo que había llegado a ser en la comunidad de Simi Valley. ¿Quién hubiera podido imaginarse que la persona que preparaba la declaración de renta sería en muchísimos casos considerado además un amigo, consejero, guía y compañero de aventuras? Pero así fue.

En aquellos momentos que pudimos pasar compartiendo con su familia íntima y escuchando historia tras historia de cómo tocaba la vida de las personas a su alrededor, de su generosidad, de su alegría de vivir y del disfrute de estar todo el tiempo posible con sus descendientes -y fue mucho porque todos viven a menos de una cuadra de su casa-, no se puede menos que concluir que más importante que lo que uno logra en esta vida es cuantas vidas toca y él tocó miles. ¡Qué triunfo! No serás olvidado jamás “primo de California”.