Hace un par de semanas le escribí a una nueva amiga para desearle unas felices fiestas y todo lo mejor para el 2023. Ella me contesta: “Gracias por tus deseos y que sigamos aquí luchando fuertes, como las estaciones”. Escucho esa afirmación y quedo flechada y le contesto “así es… fuertes como las estaciones. Esa me ha gustado. La voy a usar para un artículo”.

Ya me conocen, no me gusta hablar por hablar ni desperdiciar buenas ideas, así es que aquí estoy plantada frente a la pantalla de la computadora a ver por dónde agarro este toro. Ella me mira fijamente como diciendo “ni creas que yo te voy a escribir este artículo” y yo mantengo fija la mirada, casi amenazante para que ella (la computadora que hoy se está portando perro) sepa que aquí la que manda soy yo y que este artículo saldrá de todas, todas… fuerte como las estaciones.

Quizás en Panamá nos elude un poco el concepto de las cuatro estaciones porque aquí da la impresión de que solo tenemos dos, aunque alguna vez hace como 20 años escribí un artículo titulado Aquí si hay primavera en el que refutaba esa noción tan arraigada de que a Panamá solo llegan invierno (con aguaceros) y verano con clima seco y brisas deliciosas.

Sin embargo, seguro ya habrán entendido que eso de fuerte como las estaciones tiene implicaciones mucho más profundas que un sol que viene y va. Es algo poderoso. Tiene que ser pues las estaciones completan un ciclo que se repite impasible por los siglos de los siglos, amén.

Son fuertes, estoicas, luchadoras, nos torturan y nos premian, nos hacen amarlas y al día siguiente odiarlas -cualquiera que sea porque a todas las hemos amado y odiado- y ese “luchando fuertes” ufff…. Luchando en el trabajo, luchando para sacar una familia adelante, luchando para llegar con bien a la próxima estación. Estoy segura de que para mi amiga esto se entiende perfectamente pues viniendo ella de un pequeño pueblo en Galicia donde es la tierra con sus ires y venires la que provee, o deja de proveer, las estaciones mandan como dueñas y señoras.

Un invierno adelantado, una primavera con demasiada agua, un verano que rehúsa irse son todos elementos de poder que dominan la vida diaria. Y así es como esa gente recia aprende a trabajar desde antes de nacer y aprende a luchar desde el día que abre el ojo por primera vez y se hace fuerte, tan fuerte como el peor invierno y a la vez tan dulce como la más bella primavera. Y es por eso que esa gente sabe luchar y nunca se rinde.

Yo me he prometido que en este 2023 aplicaré esta política todos los días de mi vida y me levantaré cada uno repitiendo “lucharé fuerte como las estaciones”. ¿Qué les parece? Eso, claro, si esta maldita computadora, la cual había amado hasta hace poco más de un mes, deja de jugarme malas pasadas y decide obedecer mis órdenes. Porque como bien saben, el 90% de mis luchas se llevan a cabo picoteando este teclado y el resto picando cebolla en la cocina. Por lo menos los cuchillos todavía tienen filo.


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