En este universo de comunicaciones instantáneas las falsedades se vuelven ciertas en cuestión de segundos, o, mejor dicho, en dos o tres “reenvíos”. Así es la cosa. A uno le llega un escrito hermoso o filosófico o chistoso, no importa “supuestamente” de la autoría de un periodista, un escritor, un poeta o hasta del Papa y al verlo tan bien redactado y tan cierto y apropiado para el momento que se vive al momento de recibirlo que es casi imposible controlar el impulso de reenviarlo. Un poco como aquel famoso texto de Ileana Pérez Burgos que sin que nadie supiera cómo, terminó siendo asignado a Paulo Coelho. Y eso fue antes del WhatsApp, imagínense cómo son las cosas ahora.

Yo reconozco haber metido la pata varias veces reenviando textos que no son lo que dicen ser. Ante el llamado de atención de quienes andan por la vida más despiertos que yo, me he ido volviendo un poquito más desconfiada y trato de verificar el contenido antes de mandarlo más adelante. Eso me convierte, por supuesto, en el ser más aguafiestas del universo, sobre todo porque estas cosas generalmente se comparten en grupos cuyos miembros, igual que yo, se apresuran a mandarlas más adelante.

Me ocurre igual que cuando veo faltas de ortografía y no puedo contener el impulso de escribirle al autor a ver si la corrige antes de que la vea medio mundo. Al principio, como era muy inexperta, decía en el mismo grupo en que había recibido el contenido… “perdón, pero eso ha sido desmentido por el supuesto autor” o mandaba un enlace en el que se detallaba el origen y desarrollo de la falsedad, pero me di cuenta de que se podía interpretar como una falta de respeto por lo que ahora solo le indico a la persona que lo mandó en privado para que ella decida qué hacer. Sin embargo, no deja de ser una situación incómoda, pues quien lo comparte lo hace de buena fe. Por lo menos eso puedo decir de las falsedades que yo he compartido inocentemente.

Con el tiempo he notado que en la mayoría de los casos lo que me lleva a descubrir que el texto y/o algunas de sus partes no son del todo ciertos es que algo despierta mi curiosidad y quiero saber más sobre el tema y es en esa búsqueda que me topo con la cruda realidad. Muchas veces después que ya lo he mandado más adelante. Ha sido solo últimamente que he logrado contener parcialmente mis impulsos de compartir para verificar la información antes. No crean que he dominado el arte todavía, pero lo tengo entre mis proyectos y me propongo practicar.

Lo que no deja de asombrarme es que muchísima de la información que surge como novedosa data a veces de hace diez y hasta veinte años. Me pregunto ¿quién tendrá tiempo para ponerse a armar todas estas cosas, cambiar nombres y actualizar eventos para hacerla lucir cierta? Yo de a vaina tiempo de peinarme por las mañanas.

* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.

* Suscríbete aquí al newsletter de tu revista Ellas y recíbelo todos los viernes.