Una de las incertidumbres que sentimos los padres a lo largo de los años de crianza es si estaremos haciendo una buena labor. Si estaremos ofreciendo al mundo personas de bien, si esas personas a su vez se convertirán en buenos educadores de sus propias familias. La respuesta es elusiva pues no es hasta que son adultos y empiezan “sus propias vidas” que uno puede ver desde las gradas cómo se desenvuelven.
Sabemos que lo más seguro es que se equivoquen en muchas cosas. Sería iluso pensar que harán todo a la perfección ya que no es secreto que la perfección no es cualidad que se ha repartido a manos llenas entre los humanos, sin embargo, soñamos con que lo hagan suficientemente bien.
Viene la segunda duda ¿qué es suficiente? A decir verdad, este concepto es aún más resbaladizo que el anterior pues, cada uno, tiene su vara con la que lo mide y son muy distintas unas de otras. Ruego a Dios que no lo hagan “demasiado bien” pues ya saben que estoy peleada con el uso que la gente ha decidido darle al término y que lo desvirtúa completamente. Una de las muchas definiciones que da el RAE para la palabra lee: “una cantidad excesiva de algo”. O sea, más de lo que se considera conveniente.
Entonces, cómo me vas a decir que me quieres “demasiado”, o que la fiesta quedó “demasiado” buena. No señor, me quieres mucho o un montón o bastante, y a menos que yo sea perverso y no me merezca la cantidad de amor que me das, si me quieres demasiado en realidad me estás diciendo que no merezco lo que me das, pero bueno, ese es otro asunto.
Volviendo al tema de hoy, específicamente al momento en que los hijos se vuelven padres, despiertan momentáneamente las angustias que habían quedado adormecidas por varios años. Vemos a esos pedacitos de gente indefensos y no podemos menos que rogar que las cosas buenas que tratamos de inculcar a nuestros hijos estén lo suficientemente frescas en su corazón para ayudar en la difícil tarea que enfrentan, porque criar muchachos es MUY difícil.
El Día del Padre está a la vuelta de la esquina y por eso quiero aprovechar este espacio para felicitar a todos los hijos padres de mi familia y de las suyas. Quiero decirles con toda honestidad que no entiendo cien por ciento las nuevas metodologías, pero las respeto pues sé que las cosas evolucionan y la sociedad debe adaptarse a los cambios. Hay unas cuantas cosas con las que honestamente no estoy de acuerdo, pero nuevamente, yo pude criar a mis hijos sin interferencia ─y probablemente causando el asombro de mis padres en muchas instancias─ por lo tanto considero que nuestros hijos deben poder hacer lo mismo. Si piden consejos, eso ya es otra cosa.
Honestamente, me siento orgullosa de mis “jóvenes”. Me encantan las dinámicas familiares que veo; creo que lo hacen bien, que practican una paternidad participativa que involucra tareas que por años se reservaron solo para las mujeres. ¡Qué felicidad ver que los hijos padres son también padres/madres! Así es como debe ser. Espero también que pasen a sus hijas aquellas destrezas que por años se reservaron a los varones como cambiar un flat. A mi me ha resultado muy útil en la vida. ¡Feliz Día del Padre a todos!