Desde hace un tiempo tengo una discrepancia existencial con mi marido sobre la ubicación del tendedor para la casa de la finca. En primer lugar, el cree que no es necesario tener un tendedero y yo no puedo concebir una casa de campo sin uno. Es más, me gustan en todo tipo de casa. ¿Será que me gustan los trapos? No lo sé.

Quizás las memorias me llegan de los años de infancia cuando vivíamos en la casa del cerro en Miraflores y pasábamos mucho tiempo “ayudando” a las nanas en el área donde vivía una lavadora en la que teníamos que pasar la ropa a mano por unos rodillos para torcerla. Luego íbamos con la tamuga en una canasta de paja adonde estaban las cuerdas y, aunque no alcanzáramos muy bien nos ingeniábamos para ir colocando la ropa de forma ordenada para que nos rindiera el espacio.

El proceso era algo así: poníamos digamos un pañal y ajustábamos ambas esquinas con sendas horquillas de madera; al colocar el segundo pañal colocábamos la esquina izquierda sobre la esquina derecha del que ya estaba en la cuerda y levantábamos ligeramente la horquilla para que sostuviera ambas piezas. Y bueno, así seguíamos hasta llenar toda la cuerda, Creo recordar que había como 5 o 6 cuerdas en total. Ver aquellas piezas flotando al viento era todo un espectáculo.

Y si la nana se descuidaba y lográbamos pasar con los brazos abiertos entre las filas, dejando que las piezas ligeramente húmedas no refrescaran la cara y el cuerpo, era la maravilla. Esa ropa secada al sol tenía un olor y una personalidad diferente. Un poquito tiesa, no lo niego, pero en ella se sentía una mezcla de olor a ropa limpia y hierba mojada. Nada se compara.

Volviendo a la finca, yo quisiera poner líneas para tender ropa justo en la pared de atrás, igual allí lo que hay son estacionamientos y se me ocurre que si tiendo ropa y empieza a lloviznar puedo salir rapidito y recoger todo antes de que se empape. Mi esposo, por su parte, preferiría no ponerlo del todo, pero está dispuesto a resignarse y ubicarlo al otro lado de la “calle”, subiendo por una escalera y más “allacito”. Se podrán imaginar que yo en esa carrera por recoger los trapos, seguro me mato, porque ya saben que soy patuleca.

He usado toda suerte de estratagemas para convencerlo. Le propuse poner de esos que se cierran contra la pared y prácticamente no se ven, no aceptó; usé mi mejor labia para describir la belleza de los trapos al viento, tampoco lo compró. Estamos trabados. Lo que me gustaría saber es si alguien más tiene debilidad por ropa tendida.

Por ejemplo, hay pueblos, e incluso ciudades, en Europa en las que todos los balcones/ventanas ostentan un tenderete y yo camino por sus callejas tomando fotos a lo pañales de bebés desconocidos, a la camisa roja de una vecina que no es mía y a las sábanas de flores que se estrenaron el sábado. Y mi marido pregunta cuando ve las fotos ¿por qué tienes tantas fotos de ropa ajena? Si me pusiera un tendedero sería mía. Digo yo.