Cada vez que enciendo mi computadora y me doy un par de vueltas por los archivos que llevo años empezados, mas no terminados, me doy cuenta de que tengo que hacer algo con este tintero que tengo lleno a rebosar y del cual nunca saco nada.
Gracias a Dios por lo menos he abierto los archivos y he incluido en ellos documentos que algún día se unirán para ser parte de algo más grande y, si se quiere, mejor, pero eso no lo sabré hasta que los saque del saco oscuro en que viven ahora mismo.
¿Cómo suceden estas cosas? Vaya usted a saber. Me imagino que uno se levanta una mañana con el firme propósito de hacer tal o cual cosa, se organiza, hace un esqueleto de lo que será el proyecto terminado, empieza muy inspirada y de repente, la vida diaria se entromete y allí queda el proyecto. Engavetado.
Ocasionalmente, uno vuelve y revisa e incluso añade un par de palabras -en mi caso son palabras- en otros pueden ser brochazos, no sé, cualquier cosa, pero no pasa de allí. Y el tintero se va llenando porque cualquier jueves a medianoche a uno se le ocurren buenas ideas y en algún papelito las anota o, si la vida diaria lo permite, las añade al archivo. Y así pasan los meses y los años y el tintero se llena, pero no escupe.
En los días como hoy, en que me pongo nostálgica, pienso que va siendo hora de dejar a un lado la vida diaria y concentrarme en sacar todo lo que tengo guardado. Y me convenzo de que lo haré, de que mañana dedicaré medio día a “lo que hay que hacer” y el resto del tiempo será para crear.
Con apenas unos minutos o trescientas palabras dedicadas al tema ya voy comprendiendo que por ahora eso no sucederá, pues lo que hay que hacer hay que hacerlo y así será por varios años más. Quizás sería más realista pensar que luego de dedicar mis ocho o diez horas al trabajo podría asignar una o dos horas a limpiar el tintero. Les cuento que hace cinco o seis años eso hubiera sido muy factible, pero pasados los añitos ya no me quedan tantas energías al final del día.
Y así me voy pensando y planeando, planeando y pensando. Lo que sí tengo a mi favor es la terquedad y cuando pongo algo en la lista -si bien quizás lo puedo mover de lugar- lo completo. Entonces siempre me queda eso para agarrarme. Y seguro así será. Quizás no mañana ni pasado mañana, pero de seguro que sacaré todo lo que tengo archivado, le daré forma y se los entregaré.
Leo lo anterior y tengo por fuerza que concluir que tengo un ataque grave de nostalgia. Muy grave. Ya se me quitará como se me han quitado los anteriores. Y en menos de lo que canta el gallo estaré enredada en mi vida diaria, haciendo lo que tengo que hacer y punto.
Espero me disculpen por haber ocupado su tiempo con mis elucubraciones. Agradezco todos los años en que han escuchado mis confidencias porque, a fin de cuentas, es de esa vida diaria que exprimo todo lo que semanalmente comparto con ustedes. Hay que seguir en ella.