Las grandes pasiones de mi papá eran su familia, la ingeniería, el mar (solo el mar, no la pesca) y la cacería. Temprano en el caminar de su vida se encontró con dos personajes que llegaron a convertirse en sus hermanos y fue esa amistad la que llevo a nuestras tres familias a desarrollar vínculos afectivos que han perdurado toda una vida.
Sus personalidades, completamente diferentes, y quizás por eso la amistad perduró en el tiempo. Eran una tripleta interesante. Dos nos dejaron más temprano de la cuenta, primero Edwin Fábrega Velarde, el socio arquitecto con quien se compartían proyectos, oficina y sueños de un país mejor. Le siguió mi papá, suficientes años después como para que no reclamáramos que su partida había sido demasiado prematura y, finalmente, a casi veintiún años de la partida de mi padre nos queda el tío Víctor, celebrando por todo lo alto sus noventa y ocho “añitos”. Al paso que va, le pegará a los cien, no me cabe duda.
El tío Víctor, amante del mar como mi papá, pero paciente para la pesca como su amigo Tito de Diego jamás lo fue, es repositorio de miles de historias, millones de chistes, una carrera brillante en la Texaco/Refinería Panamá, una preocupación auténtica por “las aguas” en Panamá trillones de happy hours de cinco a siete cada viernes y una carcajada característica que será por siempre inolvidable.
Siendo un hombre de avanzada, muy temprano descubrió que no era bueno para la salud salir a pescar por horas o días sin protegerse del sol. Desarrolló una fórmula infalible que le valió también el mote “Capitán Pijama”. Recuerden que empezó a pescar en el siglo pasado, mucho antes de las camisas Columbia y los protectores solares con SPF 100. Pescar es un deporte caluroso, por decir lo menos, así es que llegaba siempre con sus pantalones, su gorra y de la cintura para arriba cubierto con una camisa de pijama. Así se protegía del sol y ahuyentaba el calor. ¡Genial!
Hace exactamente una semana le celebramos los 98 años. Fue una reunión íntima, pero magnífica. No podemos olvidar que la familia Fábrega cuenta casi con tantos miembros como el padrón electoral de la República de Panamá así es que sus hijos tuvieron la difícil tarea de escoger a los invitados. Mi esposo, su sobrino carnal y yo, su sobrina postiza, llegamos a la lista y nada ni nadie nos hubiera hecho faltar, como tratamos de no faltar a sus legendarios happy hours de los viernes porque inexorablemente en esas dos horitas que compartimos regresamos a casa con un recuerdo maravilloso que teníamos guardado, un cuento que escuchábamos por primera vez y una cariñosa invitación a servirle de compañía en la siguiente semana.
Sacando cuentas, he sentido al tío Víctor en mi vida desde hace como 65 años, que no es poco, y estoy más que segura que cuando nos deje para ir a completar la tripleta de amigos en el cielo seguirá estando en mi corazón junto a mi papá y al tío Edwin. Porque hay personas que nunca nos dejan. ¡Salud, Capitán Pijama!
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