Seguramente les ha pasado que se encuentran con un(a) viejo(a) o nuevo amigo(a) y lo primero que les dice luego del saludo es “oye estás flaquísima”, pero con cara de lástima como si lo que estuviera pasando por su mente es que tienes alguna enfermedad horrible que te tiene al borde de un colapso. Uno ahí con su cara de ¿cómo así? Porque honestamente salió de la casa pensando “jamás me he visto tan bien”.
La otra cara de la moneda es el comentario opuesto, así como quien no quiere la cosa, ya saben, “mmm… como que te has puesto unas libritas”. A ver… ¿será que esta persona piensa que uno no tiene espejos en la casa? O que los ha cubierto todos a causa de alguna ceremonia macabra. No señor, uno tiene espejos y se ve en ellos y sabe exactamente cuantas “libritas” de más tiene porque además de espejo en la casa hay pesa, balanza, como quieran llamarle.
Y lo más gracioso es que no importa cuántas veces o en cuántos idiomas haya gente diciendo que no es políticamente correcto hablarle a una persona sobre su peso, a nadie se le graba esta instrucción. Es así de sencillo. Y no solo meten la pata mencionando lo “inmencionable” sino que ni se dan cuenta pues cuando el interlocutor —muy flaco o muy gordo— de alguna manera le hace ver la incomodidad que su comentario le ha causado ni se mosquean y continúan insistiendo en obtener una respuesta.
Definitivamente, que hay muchas formas de meter la pata como preguntarle a alguien por su cónyuge cuando tienen 5 años de divorciados y la separación fue como la guerra de las galaxias o divulgar información que se ha recibido con carácter confidencial/personal enfrente de la persona que menos debía enterarse del tema o qué se yo, pero de verdad, verdad que comentar sobre el peso de una persona está entre las que más molestan.
Quizás lo que ha ocurrido es que se menciona el tema, se escriben artículos y hasta tratados y libros de etiqueta en los que se indica que es un tema casi intocable, pero no se repite con la frecuencia necesaria para que la gente lo entienda.
Quizás se puede hacer un ejercicio parecido a los que nos ponían en el colegio de esos de “repeat after me”, NO COMENTARÉ SOBRE EL PESO DE UNA PERSONA, NO COMENTARÉ SOBRE EL PESO DE UNA PERSONA, NO COMENTARÉ SOBRE EL PESO DE UNA PERSONA. O de repente una plana, de esas de escribir cien veces lo mismo. Porque les voy a decir algo, este es un caso de “metepatería” que ni las miradas de fuego logran controlar, no sé por qué, pero es así.
Para curarme en salud desde ya les digo que en este mes estoy muy gorda, pero espero que en el próximo entre en el combo de las demasiado flacas y nadie, absolutamente nadie está autorizado a recordármelo. ¡He dicho!
* Las opiniones emitidas en este escrito son responsabilidad exclusiva de su autora.
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