La vacunación progresa. Los que tienen interés en recibir el líquido mágico van a buscarlo y los que consideran que es parte de un complot para dominar a la humanidad y convertirnos a todos en robots, se quedan en su casa… o no. Porque ya sabemos —o estamos confirmando— que, al panameño, en general, le da comezón estar en casa y, a la primera oportunidad que tiene corre ‘pa´ fuera… pa´ la calle’. Solo espero que los oposicionistas no se arrebaten a última hora y salgan volados a colarse en la fila de vacunación cuando no les toque.

Aunque estoy feliz con la noticia de la vacunación no puedo dejar de pensar en que, como todo, tiene su lado difícil. En este caso el exceso de confianza que puede traer a los ‘mediovacunados’, es decir, a los que solo tienen una dosis de la vacuna o, incluso, una segunda recién puesta. Porque, así como nos gusta la calle, practicamos la lectura selectiva, esa que nos lleva a pasarle por encima a lo que no nos gusta y quedarnos solo con el párrafo que nos permite hacer lo que nos da la gana.

Y no es que uno tiene que quedarse en casa otro año, no señor, pero si es importante que se nos grabe en algún lado del cerebro que la pandemia no termina con la vacunación, menos si esta no logra cubrir a un porcentaje de la población suficientemente grande. Ese no parece ser el caso en Panamá donde gracias a Dios la cultura de vacunación está muy bien arraigada.

Los médicos/epidemiólogos y demás profesionales expertos en lo que a pandemia se refiere se están quedando roncos de tanto repetir que, aun cuando estemos vacunados, los cuidados y medidas preventivas se TIENEN que seguir aplicando. Y estas recomendaciones lo más probable es que se mantengan vigentes por lo menos por un año más.

Que uno puede salir a los restaurantes ¡claro que sí!, que el supermercado puede volver a su estado original de ‘destino favorito’ ¡sin duda!, que volveremos a viajar ¿por qué no? El asunto es que todo hay que hacerlo con las precauciones recomendadas. Quizás debemos pegar en la puerta de la casa un cartel que diga “quien no vive aquí no es parte de mi burbuja” de forma tal que cuando un hijo o nieto pase de visita se le exija que use su mascarilla y, si vienen a comer, que se sienten en la otra cabecera mientras disfrutan del banquete. Son tonterías, lo sé, pero son tonterías que pueden salvarnos la vida.

Estamos viendo que varios países de Europa han “vuelto a cerrar”. Es triste, pero es o cerrar o morir y los nuevos confinamientos, en la mayoría de los casos regionales, se deben principalmente al exceso de confianza de los ciudadanos al aprovechar los permisos otorgados por autoridades gubernamentales.

Está claro que todos queremos salir, no hay misterio en eso. ¿Cómo no vamos a querer salir luego de un año de vida quasimonacal? Sin embargo, conviene que hagamos esto con orden y disciplina, como cuando formábamos fila para ir a la clase de gimnasia o para subir a los buses escolares. De lo contrario las advertencias pueden convertirse en realidad y ninguno quiere que eso ocurra ¿cierto?