Si bien es cierto que no soy experta en comercio electrónico, algo he aprendido con los años. En mi caso lo que más me atrae es poder ver, comparar, preguntar sobre métodos de entrega y decidir sobre un producto sin tener que moverme de mi casa. Así ahorro en combustible y sobre todo en tiempo.

Hay ciertos productos que me cuesta un poco más que otros adquirir en línea porque noto que hoy en día un tamaño siete y medio en zapato es distinto en cada una de las marcas que lo ofrecen. Igual ocurre con la ropa y todos los artículos que uno se echa sobre el cuerpo. Antes un siete era un siete y un médium un médium en absolutamente todas las marcas. Lástima que “antes” no había comercio electrónico.

Dentro del campo de los ahorros, específicamente el de tiempo, noto que muchas veces ciertos comerciantes no le facilitan a uno la vida. Ponen un producto en su Instagram, por ejemplo, pero no incluyen el precio y cuando se les pregunta responden inexorablemente “precio al DM”. ¿Cuál es la onda? Pongan el precio debajo del producto en la publicación original y ya. No nos compliquen la vida a los compradores.

Quien que va a comparar precios, va a comparar precios y punto. Y, si tiene que esperar a que se lo manden por mensaje directo, quizás no incluye a ese comercio en la lista de posibilidades, por lo menos eso es lo que yo hago. Si no puedo ver el precio en la entrada del producto que me interesa, automáticamente me deja de interesar. No tengo tiempo para estar preguntando y esperando respuesta.

Me parece que esta política desvirtúa completamente las ventajas del comercio electrónico. Sabemos que no faltan las compras por impulso, sobre todo a medianoche cuando el desvelo lo incita a uno a navegar por esos lugares que a lo mejor vio de pasada mientras trabajaba y no pudo inspeccionar en detalle. Pero, ya saben como es: se manda la pregunta y obviamente, el resto del universo no está desvelado así es que la respuesta llega tan pronto “se abre” el comercio a una hora equis de la mañana. Para ese momento, aunque digan que el artículo cuesta un centavo ya el impulso de comprarlo ha desaparecido. Así de claro.

A las ocho o a las nueve de la mañana volvimos a estar inmersos en el trabajo y aunque veamos la respuesta la archivamos en la carpeta de asuntos que dejaron de interesarnos. ¡Cuánta venta se pierde por no aprovechar los impulsos de los compradores! Y si no me creen vean por cinco minutos alguno de los canales de compras por televisión que en la madrugada están que arden.

Está muy claro que cada quien maneja su negocio como mejor le parece, pero los vendedores no deben olvidar jamás que viven de los compradores y que, aunque sea uno que se les escape al día, pues es una venta que dejaron de hacer. Cada vez que leo la dichosa frase “precio directo al DM” recuerdo aquella otra que mi papá usaba toda la vida a modo de burla “¿Para qué hacer las cosas fáciles cuando se pueden hacer complicadas?”.