Cuando voy sola a caminar al Parque Omar llevo una de tres compañías: mis pensamientos mañaneros que me entretienen pues son eclécticos y con ellos viajo de aquí para allá; música o algún libro en audio.
Los pensamientos fueron la única compañía por muchos años porque soy lenta para la tecnología de la diversión así es que nunca tuve un Walkman ni un iPod ni pariente alguno y, ya teniendo de esos celulares con más materia gris que yo, me tomó años entender lo de tener música albergada en ellos o usarlos para pescar la que anda por las nubes.
Pero me llegó el momento de conocer a un tal Spotify. No somos íntimos amigos ni me ha confesado todos sus secretos, pero ahí vamos entablando conversaciones ocasionales de las que suelo beneficiarme en las madrugadas o mientras trabajo y quiero mantener a distancia los ruidos del universo.
Si les contara lo que hay en el playlist llamado ´parque´ creo que les daría un ataque de risa pues para que mentirles, voy desde Camarón de la Isla hasta Ennio Morricone. Así soy pues: desordenada. A esto volveré en un par de párrafos, pero primero les cuento de ´El libro total´ una aplicación gratuita en la que puedo leer y escuchar libros. Aclaro que son del año del réquetepum y se pueden reproducir libremente. Los amo y ando vagando por siglos pasados en la literatura.
Pero llegó un día en que se la dichosa aplicación se atravesó. Amaneció de luna, así como amanezco yo ocasionalmente, y no le dio la gana de funcionar. Como se me hacía tarde volví a mi música que, por cierto, también me fascina.
Como andaba como con ganas de ser culta, de repente las letras de las canciones se empezaron a encender como letreros luminosos frente a mis ojos. Recordé que no puedo cantar y eso me entristeció momentáneamente, pero Sabina me hizo sonreír cuando lo vi abandonado con “un neceser con agravios, la miel en los labios y escarcha en el pelo”, un poquito de lástima quizás me dio, pero se me olvidó pronto porque me recordó que “…tenían razón mis amantes en eso de que antes el malo era yo”.
De repente me derretí de amor por mi esposito al escuchar a Rosana decir que “contigo siento ganas en los cinco sentidos” y remató la ternura confirmando que “si tú no estás aquí me sobra el aire”. Y la Rosario tan maja… Toño mataría porque le cantara “Si, si, si, si, que lo que quiero es que me bese tu boca… Ay, ay, ay, ay, porque contigo yo me vuelvo loca”
Los de Mocedades me recordaron que se puede “vender en una cesta el agua y la nieve en una hoguera” y Los del Río me llevaron a la bella Sevilla que “tiene un color especial... duende y sigue oliendo a azahar”.
Cuando llegué a mi adorado Serrat pensaba quien fuera compositor para llevar a la gente “a pasear en volandas” como lo hace “de vez en cuando la vida” que algún día “nos besa en la boca”. Alborán me recordó que uno puede pedir sin vergüenza alguna “regálame tu risa, enséñame a soñar”. Es por eso por lo que le canto a la música que “me muero por tener algo contigo”.