Hace poco leí una entrada en Facebook del chef Nick Stellino, a quien sigo no solo por lo que cocina sino por las maravillosas historias que siempre tiene en la punta de la lengua.

En esta ocasión hablaba de una Pascua Florida de su infancia en la que su madre le preguntó qué había aprendido en el colegio sobre la Semana Santa y él se soltó a decirle que en realidad a él le hubiera gustado acercarse a Jesús, quitarle la corona de espinas y llevarlo a comer a su casa el domingo de Pascua, pues nadie preparaba mejores ñoqui que ella, su madre, y su tía Buliti y que además, su papá preparaba la mejor lubina y que nunca faltaba la torta de ricota. En fin, describió la maravilla de su almuerzo familiar, mientras lo comparaba con la comida de las monjas de su colegio, que según él, era fatal.

Al final, el chef concluye que lo importante del evento, además de su graciosa respuesta por supuesto, era seguir repitiendo la historia una y otra vez a través del tiempo de forma tal que llegara a ser tan perfectamente conocida por las nuevas generaciones que éstas también pudieran repetirla.

Si bien en este caso él se refirió específicamente a la “historia de Pascua” su mensaje fue “todas las historias familiares son importantes y merecen ser rescatadas”. Su comentario me recordó aquel lejano artículo que leí una vez en la revista Selecciones y que comenté con ustedes acerca de la importancia de repasar los álbumes de fotos con los hijos y recordarles qué ocurría en cada imagen.

Lo que destacaba el artículo es que no importa cuántas actividades usted haga con sus hijos ni cuanto tiempo invierta tratando de ofrecerles una infancia y juventud divertidas estos momentos se esfuman en la memoria si no se ponen en el tapete con frecuencia.

En mi familia extendida definitivamente somos de gente de cuentos y es gracioso observar lo que ocurre cuando nos reunimos para alguna fecha importante. Alguien empieza a contar una historia e indefectiblemente es interrumpido con un pedazo del cuento que supuestamente se ha saltado o ha contado mal, según el que interrumpe, y a este alguien más le corta la inspiración con un comentario del mismo tenor y así nos vamos. Finalmente, el cuento termina todo emparapetado, pero termina, y quienes no habían estado presentes al momento de su ocurrencia algo se llevan.

Ese recuerdo de la revista Selecciones, junto con el cuento de Stellino, me llevaron a las sobremesas de la familia en las que los presentes se ponían al tanto de las vivencias de unos y otros en el día, semana, mes o año y, por supuesto, me reafirmaron la importancia de compartir en familia con más frecuencia de la que se logra hoy en día. Y es que al final, los momentos se tornan memorables cuando los recordamos con frecuencia, valga la redundancia, pero así es.

Concluyo repitiendo las palabras de Stellino las cuales, por supuesto, se pueden aplicar a cualquier instancia de la vida, “recuerden su historia de Pascua”.